FESTIVAL MAD LIVE!

0

Pasamos Halloween de festival

El pasado viernes tuvo lugar en el rebautizado como Barclaycard Center (antiguo Palacio de los Deportes) la primera edición madrileña del festival MAD Live!, cita nacida en Barcelona el pasado febrero y organizada por la multinacional Sony. La compañía parece haber seguido la estrategia que ya empleara, por ejemplo, Atresmedia el pasado verano en su Neox Rocks de presentar un cartel hecho a base de retales para intentar contentar a un amplio espectro de público. Si la empresa de televisión juntaba a IZAL con Marky Ramone, la compañía nipona ha sido menos ambiciosa, aunque resulta un tanto llamativo que una velada en la que participan Grises o Cycle (que entró a última hora en sustitución de The Zombie Kids) en las horas intermedias venga rematada por The National. Una gran oportunidad, en cualquier caso, de volver a ver al grupo de Cincinnati en España y confiar en lo que pudiera ofrecer el resto.

La jornada de este redactor comenzó pasadas las siete de la tarde, empezado el concierto de Grises y en estado de shock por la estandarización de precio que ha sufrido el mal llamado litro de cerveza en Madrid en este tipo de eventos y que se sitúa en los diez euros, a sumar a los cuarenta de la entrada, como es ilógico. Jack Knife, ganadores del concurso de maquetas, los jóvenes y onmipresentes Belako y los americanos The Orwells tendrán que quedar para mejor ocasión. Una ocasión en la que no haya conciertos de rock programados a las cinco de la tarde. Por respeto a los grupos, entre otras cosas. Volviendo al tema de la cerveza y de Grises, me temo que no les voy a sorprender: melodías pop, algo de electrónica aquí y allá y una persistente sensación de esto-ya-lo-he-escuchado-antes nos llevaron, con la garganta fresca y el bolsillo irritado, a plantearnos la primera gran pregunta de la noche, ¿Por dónde nos saldría Mando Diao?

Confieso que aún conservo la esperanza de que lo que saliera esa noche no fuera Mando Diao, pero si lo fue, salió mal. Atuendo ibicenco del que se fueron desprendiendo, pañuelos en la frente y la actitud chulesca y desafiante de un estudiante de tercero de la E.S.O. “¡Queremos hacer el amor y los que nos odien que se vayan a casa!” o “¡Vamos a daros una lección!” fueron algunas de las pueriles consignas con las que se presentaron en escena y que a mí, personalmente y con el corazón en la mano, me dejaron tiritando. No de emoción o euforia, claro, sino de la que se nos venía encima. Todavía andaba intercambiando miradas de confusión y extrañeza con mis acompañantes cuando llegó Zahara. Los suecos invitaron a la cantautora andaluza a subirse al escenario e interpretar con ellos una versión en castellano de Sweet wet dreams. La primera vez, según confesaron, que cantaban en español. Esperemos que no se les vuelva a ocurrir. No sé en qué momento dieron el salto al flamenquito pop, y no quiero saberlo. Cierto es que la trilogía final, con la base funk de Gloria y la energía de Dance with somebody y Black saturday consiguió caldear el ambiente, pero el comienzo nos había dejado tan frío y las concesiones fueron tan pocas, que llegó el final del concierto, dieron las nueve de la noche y un servidor seguía a temperatura ambiente.

Cycle salió, al menos, tres horas antes de lo que debería haber salido. Los anglo-españoles, autores del hit Confussion, ocuparon su tiempo en tocar diferentes variaciones de su gran éxito hasta que finalmente, a modo de cierre, se decidieron a interpretar el original. Entre el público, dos grandes grupos: jovenzuelos dándolo todo a la hora en que Froilán salía de trabajar de la Joy junto a algo-menos-jovenzuelos aprovechando para descargar o abastecerse, según las necesidades. Una hora más tardía le habrían venido muchísimo mejor al grupo de la desconcertante China Patino y su troupe de bailarines-contorsionistas.

Tras ellos llegaron los británicos The Kooks y por primera vez pudo verse juntos a los ocho mil quinientos asistentes de los que presume la organización. No hay que llevarse las manos a la cabeza: grupos como este son lo que queda del (por momentos glorioso) brit-pop de los noventa y, dentro de esos parámetros, los chicos de Brighton ofrecieron un concierto correcto. Pop-rock bailable y resultón de ritmos atractivos y melodías fácilmente coreables. Un win-win en la línea de Bastille o Foster the people que pareció entusiasmar a gran parte de la concurrencia. La música de los ingleses es sencilla de digerir y disfrutar, animó indiscutiblemente el cotarro y, visto lo visto y a solo unos minutos de escuchar por fin a The National, tampoco era cuestión de ponerse exquisitos.

Lo de los americanos es harina de otro costal. Frente a las propuestas para adolescentes tardíos y jóvenes universitarios que veníamos sufriendo y disfrutando, pero sobre todo sufriendo, a lo largo de la tarde, la banda de Ohio se decanta por un rock alternativo, íntimo y, si me quieren entender el adjetivo, adulto. Matt Berninger está de vuelta de un par de cosas, tiene ya una edad y hace tiempo que encontró su papel en este negocio. Quizás por esto, y no solo por las magníficas canciones de su banda, su concierto fue el más intenso, el más decididamente creíble y verdadero. Desde la batería inicial de Don’t swallow the cap hasta los casi inaudibles últimos acordes de Vanderlyle Crybaby Geeks sobre los que, prácticamente a capella, cantó una multitud entregada mientras Berninger cogía la bandera de uno de los asistentes y se la metía en los huevos. El grupo, que se hizo acompañar de Sufjan Stevens durante todo el concierto, fue un prodigio de sonido y actitud que alcanzó momentos de verdadero éxtasis colectivo con la interpretación de Sea of love y, hacia el final, con la de Terrible Love, momento en el que el cantante se lanzó al público y, desquiciando a los trabajadores de seguridad, interpretó la canción caminando (a duras penas, como pueden imaginarse) entre una absorta y fascinada multitud que se abrazaba a él o intentaba a permitirle el paso a partes iguales. Hubo tiempo de romper el micrófono durante la interpretación de Mr. November, escuchar las primeras notas de Chicago como intro de Ada en homenaje al ilustre invitado que les acompañaba y asistir a casi dos horas de concierto de una de las bandas que mejor está sonando y más está ofreciendo en la actualidad. Hasta el precio de la cerveza consiguieron hacerme olvidar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.