ENTROPIA – Pànik sagnant

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Mamá, tengo mucho miedo

No deja de ser interesante comprobar que hay un número de artistas que dedican sus esfuerzos creativos a llevar los estilos extremos al extremo, demostrando que, además de difíciles de clasificar, son capaces de completar (o de intentarlo) la evolución de un estilo sublimando sus características principales, valga la redundancia, hasta el extremo.

Es el caso flagrante de Entropia, banda barcelonesa de katalonian brutal drone/doom antifa, a ver si tienes lo que hay que tener para saber qué es lo que es el estilo ese, que, en este su quinto álbum en casi veinte años de trayectoria, exprime el doom metal al máximo para destilar cuatro temas que no te pueden dejar indiferente.

Las composiciones de Selrak (bajo y voz) y Otesánek (guitarras) están concebidas más como performances que como temas musicales, de cara a una puesta en escena con las bailarinas Inmä y Morwen (conocidas en la escena barcelonesa como Metal Oriental), miembros fijos del grupo, a quien se añade Uròbor, percusionista al que hay que hacer un esfuerzo muy serio por encontrar en el disco.

Con este planteamiento inicial, nos encontraremos en este, repito, curioso álbum, con cuatro temas larguísimos de, podríamos decir, doom metal súper purista: sin percusión ni batería a la vista, sólo hay bajo y guitarras con una distorsión infernal, pero de verdad, un sonido cargadísimo de graves y una voz gutural que ya la querría en vocalista de Berzerker.

Abre el disco Lament XIX, quince minutos de terror primigenio, letra en castellano (con esa voz no te das cuenta de ello hasta que lleva un rato, con lo que luego has de volver para atrás), al que sigue Tel de greix, doce minutos de más ambientación terrorífica. No hay lucimiento personal de nadie, sólo la ambientación más lúgubre que te puedas imaginar.

Tras una versión acústica y abreviada de Lament XIX, cierra el disco Conjur de creació MMXIV, con la oscura presencia del violín de Marta Ponce, dieciocho minutos de pelos de punta y ganas de huir mientras se está vivo, sobre todo con ese gran final (léase manual de distorsión – ruido blanco) que dura casi cinco minutos. No se puede ser más tétrico ni más satánico.

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