ARIEL ROT

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Clase y talento por los cuatro costados

El pasado sábado regresó a la sala El Sol, tras años de ausencia, esa leyenda viva del rock en español que es Ariel Rot. Lo hizo en un formato diferente, solo, pero completamente alejado de esa figura de cantautor desguarnecido en la que la crisis, la subida del IVA y un cierto (quizás pequeño aún pero sin duda creciente) desinterés, ha reconvertido a muchos rockeros, obligados a viajar de aquí para allá ofreciendo sus canciones despojadas de la banda eléctrica con la que fueron grabadas y, en muchos casos, también concebidas.

Ariel Rot ha hecho de la necesidad virtud y, con el descomunal talento que le caracteriza, ha creado un espectáculo completo en el que se rodea de instrumentos (dos guitarras eléctricas, una acústica y un teclado) para recorrer de un extremo a otro su extenso repertorio. De un extremo a otro porque Ariel Rot no renuncia a ninguna de sus etapas (y, sinceramente, no se me ocurre ninguna razón por la que debiera hacerlo): hasta un pedazo de Salta, uno de los temas más conocidos de su primer y juvenil grupo, Tequila, se fusiona con la genial Una casa con tres balcones a modo de coda de esta e incluyendo un pequeño cambio de letra: “Las chicas de la esquina… no me hacen ni puto caso”.

La trayectoria de Ariel Rot es coherente, estable y honesta. Muy honesta. Tanto como para recuperar el tema que da nombre a su primer disco en solitario (de producción más que discutible), Debajo del puente, reconstruirlo, y abrir con él un concierto en el año 2015, como hizo el pasado fin de semana.

El espectáculo se divide en tres partes: una primera eléctrica, una segunda al teclado (instrumento con el que el músico exhibe una destreza cada vez mayor) y una tercera y última con la guitarra acústica. Hay tiempo para todo y a Rot se le vio feliz, hablador y, con toda seguridad, muy contento de ver, con la que está cayendo, a una abarrotada sala El Sol (con público de todas las edades aunque con mayoría de veinte y treintañeros) disfrutar de las canciones de este rockero incombustible que igual retoma una historia de amor de juventud (Geishas en Madrid) que afronta con irónico estoicismo los estragos físicos de la edad (Manos expertas).

Un auténtico lujo poder seguir disfrutando a corta distancia de un Ariel Rot que, lejos de dedicarse a vivir de la nostalgia, sigue facturando canciones memorables y, de hecho, entregando unos discos (Solo Rot, La huesuda) de altísimo nivel. Muy pocos tocan la guitarra como él. Nadie, absolutamente nadie tiene tanta clase.

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