AZKENA ROCK 2016

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ESENCIA AZKENERA

Viernes 17 – LUCINDA, MADRE DE DRAGONES

Todavía con el susto en el cuerpo por la baja de Primal Scream, empezaba una nueva edición del Azkena Rock y lo hacía, para servidor, con un bigote bajo la lluvia, el bigote de Daniel Romano. No era fácil salir a tocar diluvio mediante y con muchos de los asistentes parapetados debajo de las carpas alejadas del escenario. Además, en un primer momento, el sonido tampoco parecía hacer justicia a nuestro cowboy 2.0, pero no hay como tocar buenas canciones para olvidar las inclemencias. Así, con una formación más rock que country, fueron sonando los temas más movidos de la discografía de Romano, haciendo hincapié en su última obra, “Mosey”. Cambiar la chaqueta de flecos por la chupa le ha sentado bien al canadiense que, por méritos propios, se ha situado como uno de los valores seguros del country-rock actual. Si no me creen, escuchen la primera y la última canción de su último disco, que fueron, a su vez, la primera y la última de su actuación en el Azkena: “Valerie leon” y “Dead Medium”.

Del escenario Lemmy Kilmister se pasó al David Bowie para contemplar la esperada actuación de Vintage Trouble. La cosa empezó a medio gas, con un sonido particularmente bajo que no correspondía a la incontestable actitud de su frontman, Ty Taylor. La diferencia con la actuación inmediatamente anterior es que en ésta, cuando se fue recuperando el sonido, se evidenció algo bastante triste: Vintage Trouble no tienen canciones. Sí, el cantante mueve la pelvis como el negro sandunguero que es; Sí, el look de la banda es impecable; Sí, las canciones son bailables; Sí, pero a la hora de la verdad, ¿qué queda? A juicio de un servidor, muy poquito.

El diluvio encontró su máxima expresión durante la actuación de Lucinda Williams. Chubasquero en ristre, la audiencia comprobó cómo la anti-heroína de Luisiana sigue repartiendo con un buen gusto exquisito tanto besos como puñaladas certeras. El sonido también se hizo de rogar en este caso y al principio Lucinda parecía estar mucho más lejos de nosotros de lo que nos gustaría. Poco a poco se fue solventando el problema y, en consecuencia, se fue calentando el ambiente hasta llegar a olvidar la tempestad que reinaba sobre nuestras cabezas. El set-list de la “señora del country” fue inteligentísimo, mezclando temas de su última entrega, “The ghosts of highway 20” con clásicos atemporales como “Drunken angel” o “Essence”. Lucinda es actitud; Lucinda es rock n´roll; Sólo ella puede cantar sus clásicos al ritmo que a ella le venga bien (al más puro estilo Dylan) o meter improvisaciones cagándose en Donald Trump. Todo el público quería olvidar durante dos días la existencia de Neil Young, no queríamos recordar que ese fin de semana el maestro estaba dentro de nuestras fronteras tocando; habíamos hecho un pacto con nuestro pensamiento (Neil no existe este fin de semana, ¿ok?). Pero entonces llegó Lucinda y se marcó una pedazo de versión del “Rockin´ in the free world” que terminó por hacer desaparecer la lluvia. Sólo ella podía hacerlo; sólo ella, madre naturaleza, madre de dragones.

Blackberry Smoke suenan como la gran banda que son. Sus canciones son impecables ya que su elegancia sónica es constante y pertinente como la de muy pocos actualmente. No dan un paso en falso y, lo mejor de todo, no suenan a rock impostado. Suenan así porque son así. No pretenden engañar a nadie, no lo hicieron en aquel “Bad luck ain´t no crime” (álbum de debut) y desde entonces no lo han hecho jamás, su último trabajo, “Holding all the roses”, da buena fe de ello. Rock sureño de camisa polvorienta y pañuelo en el bolsillo. Nietos de Lynyrd Skynyrd; primos hermanos de Black Crowes; mejores amigos de todo aquel que necesite un hombro, tanto para celebrar como para maldecir.

Y entonces llegaron The Hellacopters y Mendizabala se vino abajo. Los hijos pródigos de este festival llegaron sabiendo lo que tenían que hacer. Al segundo tema ya nadie se acordaba ni de la lluvia ni de Bobby Gillespie ya que en ese mismo instante todo lo que quería ver cualquier asistente al festival Azkena Rock estaba delante de sus narices: Rabia, punk, rock, actitud, diversión…The Hellacopters utilizaron como excusa el 20 aniversario del “Supershitty to the max” para salir y utilizar el escenario Lemmy Kilmister como patio de recreo. Bastaba con observar el gesto de Nick Royale o el del recuperado Dregen para saber que estábamos presenciando una fiesta del rock n´roll en toda regla. Qué quieren que les diga, escuchar  temazos como “Born broke”  o “(Gotta get some action) Now!” fue un regalo inesperado que no olvidará fácilmente la audiencia Azkenera. Hago mías las palabras de Mr. Royale: Gracias, Primal Scream.

Una vez terminaron los suecos, tomé una decisión. Elegí ver a Danzig en vez de a Luke Winslow-King pero, cosas de la vida, al llegar a los alrededores del escenario David Bowie cambié mi parecer. ¿Por qué? Básicamente por la sensación que proyectaba el concierto de Glenn y los suyos. El sonido era malo, desproporcionadamente bajo para la banda y desproporcionadamente alto para Glenn Danzig, lo que provocaba que el espectador sintiera que estaba en una suerte de karaoke de Danzig más que en un concierto de la banda propiamente dicho.

Así que, sin comerlo ni beberlo, me vi en el escenario Scott Weiland moviendo la caderita a ritmo de Nueva Orleans con Luke Winslow-King. A diferencia del concierto de Danzig, éste rezumaba vida, frescura.  Además, la actuación del de Michigan fue acompañada por el que seguramente fuese el mejor sonido de la jornada, y eso se agradeció enormemente. Su guitarra suena a purito terciopelo mientras su banda redondea una jugada que es todo un  caballo ganador. Era hora de bailar, divertirse, celebrar… y Mr. Winslow-King nos lo puso en bandeja. Disparando a tantos estilos y tan diversos (blues, jazz, folk, rock, pop), se hace aún más meritoria la exitosa participación del que, sin miedo a equivocarme, reconozco como el tapado de este Azkena 2016.

Sábado  18 – GRACIAS ROGER, GRACIAS PETE

El sábado no pudo tener mejor inauguración. Sumisión City blues es, si no la mejor, una de las mejores bandas de la península. ¿Por qué? Porque son únicos. Nadie en su sano juicio tendría la osadía de meter en un mismo cóctel a Mink Deville y a Cicatriz. Ellos lo hacen y no es que salgan indemnes, es que te cruzan la puta cara, así, hablando mal y pronto. Con un Pela al frente que no es sino el Elvis Vasco, escupen, con toda la elegancia que otorga la carretera de vuelta, amores desgarrados y verdades como puños de obligatoria escucha. Sólo les pido que busquen “Amoniaco impuro” en su bandcamp. No diré más. Prepárense para escuchar a su nueva banda favorita.

El único punto conflictivo en cuanto a cruce de conciertos se dio, en mi caso, a mitad de la jornada cuando me decidí por ver entera la actuación de The Scientists.  Esto provocó que no viese entero el concierto de Radio Birdman (ya les había visto; espectaculares) pero sí pude comprobar que siguen pateando culos como si no costase. La banda más Detroit de las antípodas continúa explotando la intensidad y la rabia mezclada con ese característico puntito glammy que hace de ellos una oferta irrechazable para cualquier rockero con dos dedos de frente. Sonaron como un cañón y Rob Younger volvió a demostrar que ha sido y es uno de los alumnos más aventajados de Iggy Pop.

Quizá la vuelta de The Scientists no era uno de los mayores reclamos para el gran público, pero sí estoy seguro de que mucho rockero de pasado ruidista deseaba con el nerviosismo de una quinceañera volver a ver reunidos en el escenario a Kim Salmon y los suyos. Y así pasó, que poquito a poco el escenario Scott Weiland se fue rodeando de gente que, callada, respetuosa, observaba a los cuatro de Perth en su intento por hipnotizarnos como nos hipnotizaron tantas veces antes. Humildemente, creo que lo consiguieron. Bien es cierto que la sensación de peligro que antaño reinaba en sus composiciones, no es en estos momentos representada de un modo tan turbio e impredecible  como en días pasados, pero eso sí cuando consiguen dar el puñetazo no te salva ni Dios, y dieron unos cuantos. La audiencia se sonreía al reconocer la esquizofrenia de Kim Salmon y se daba por satisfecha al mover la cadera y la cabeza de forma exagerada al ritmo de “We had love”; canción con la que se acabó un concierto extraño (como no podía ser de otra manera) pero placentero.

Imelda May sólo se puede definir con una palabra: Poderío. Tristemente sólo pude presenciarlo en el último de sus temas, “Johnny got a boom boom”, pero me sirvió para quedar absolutamente seducido por una de las mejores front woman del momento.

Al poco empezó el concierto de los resurgidos 091. Si lo pensamos bien, tiene su lógica el hecho de que la vuelta de los granadinos se haya consolidado como uno de los regresos más creíbles de los últimos tiempos. Siguen siendo buenos, siguen representando ese tipo de rock elegante y honesto con sello tan ochentero en algunos aspectos (esa vestimenta negra, esas melodías) como noventero en otros (esa actitud cercana al punk, esas guitarras afiladas). La verdad sea dicha, antes podíamos encontrar símiles en bandas como Los Pistones, por ejemplo; pero a día de hoy, 091 se han encontrado con un espacio musical que sólo ellos son capaces de habitar. Esperemos que no se queme pronto la mecha y nos sigan regalando alegrías.

La vida moderna tiene estas cosas. Para el sábado ya sabíamos hasta el último detalle de la actuación de The Who en Madrid días antes. Que si la voz de Roger Daltrey; que si comenzaron un poco de aquella manera….Particularmente guardaba cierto escepticismo con respecto a la actuación de los británicos pues ya era la tercera vez que les veía y, he de decir que la segunda de ellas no llegó a colmar del todo mis expectativas. En realidad, tenían mucho que perder The Who y muy poco que ganar. No se les iba a permitir un concierto mediano, ellos venían a recordarnos de qué va esto el rock, por qué existen festivales como el que nos ocupa. Pues lo hicieron, y de qué manera. Pusieron toda la maquinaria a funcionar desplegando un brillante repertorio que resume perfectamente la trayectoria de la mítica banda. Daltrey mantuvo un nivel bastante notable durante todo el concierto, y esto fue acompañado en todo momento por un Pete Townshend disfrutón, que no paraba de rasguear su guitarra al modo Townshend, como podrán imaginar. El concierto, que no decayó en ningún momento, tuvo a mi juicio, una fase final particularmente espectacular, que fue desde “Love, reign on me” en adelante, cuando llegaron los maravillosos guiños al “Tommy” y los dos últimos temas  (los celebrados “Baba O´ Really” y “Won´t get fooled again”) donde Vitoria se rindió sin condiciones ante una banda que funciona como un engranaje perfecto, gracias, sin duda, a la certera aportación de Pino Palladino y  Zak Starkey.  The Who estuvieron más cerca que nunca de un público que les adoraba y les sigue adorando por conciertos como el que se marcaron la noche del sábado. Gracias Roger, gracias Pete.

Marky Ramone y Refused se repartieron la post-fiesta de The Who de diferente manera. Si el primero ponía a bailar a medio Azkena con los sempiternos clásicos ramonianos en el Scott Weiland, los segundos hacían menear las melenas con su hardcore-punk efectivo. Dos maneras de celebrar lo que acababa de pasar; la una tan válida y disfrutable como la otra.

Y para cerrar el festival, qué mejor que otro bigote, en este caso el de un viejo amigo como Eddie Spaghetti.  La inmediatez y la furia de los antiguos Supersuckers han sido relevadas por un sonido más delicado, más humano. Como si con esta etapa se cerrase el círculo vicioso de descenso a la tierra desde el infierno. Hay que recordar que el señor Spaghetti sufrió un cáncer de garganta al cual finalmente venció.  No es extraño, por tanto, que Supersuckers estén en un periodo en el que quieren evidenciar con orgullo la influencia country que, por otra parte, siempre ha estado presente (Si no me creen, escuchen el disco “Must been high” y opinen). Fue el último de los conciertos del Azkena una agradable exposición de medios tiempos tocados con la gracia y sabiduría (Matt Chandler mediante) que la tradición americana merece. “Holding the bag”, último y maravilloso disco de los americanos, marcó el patrón de un set list regado tanto de grandes éxitos (“Must been high”, “Pretty fucked up”, “Born with a tail”) como de temas pertenecientes a la cosecha en solitario del propio Eddie (“Empty”). Y con la actuación de los de Arizona acabó un Azkena pasado por agua en el que, ya sea por unas actuaciones o por otras, raro será aquel rockero que no haya salido satisfecho. Cuestión de esencia que diría Lucinda, en este caso, de esencia azkenera.

 Es evidente que esta crónica sólo podía acabar de una manera:

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