ALBERT PLA

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Sigue fiel a su cita con Madrid

De Albert Pla lo sabemos todo. Es decir, no sabemos casi nada. Sabemos de su vida retirada plena de actividad, de sus grupos esporádicos y sus experimentos teatrales. De todos hemos dado buena cuenta aquí. Sabemos de su anarquismo pasota (“A mí, en realidad, todo esto me la pela”) y de los constantes sarpullidos, al menos dialécticos, que levanta cada cierto tiempo en una cada vez más hípersensible, sensiblera y ofendida sociedad. Sabemos, además, y celebramos, su adquirida costumbre de visitar la capital del estado español cada tres o cuatro meses. De la última de esas visitas, precisamente, es de lo que había venido yo hoy a hablarles.

Sala Galileo Galilei, por no perder la costumbre. Lleno. Un lleno de esos de la Galileo, con todas las mesas ocupadas, cierto agolpamiento de gente en la barra y los veteranos camareros circulando a toda velocidad de un sitio a otro. Dieciocho euros la entrada, ningún intento de veto (que sepamos) por parte de Ciudadanos. Solo. Guitarra, sofá, máquina de humo como elemento central de la narración pero, básicamente, solo.

El artista catalán ha reconvertido su cancionero en un monólogo teatral que fluye durante hora y media entre el escenario, ocupado apenas por un sofá tras el que se esconde una máquina de humo con la que el espectáculo interactúa de manera constante y cómica, y el patio de butacas (mesas, en este caso) donde Pla baja a interpretar algunas de las canciones, ataviado con una casco del que cuelgan tres antenas rematadas con unas luces led.

Abrió, a modo de bienvenida, Están cayendo bombas en Madrid. Sálvese quien pueda, pero como todo es mentira, Todo es mentira siguió. Corazón, La Diferencia y Teófilo Garrido con el público cantando junto al catalán. Bajó del escenario, yelmo en posición, alumbrándose a sí mismo tanto como al público, para cantar el tercio final y volvió a subirse cantando esa gran versión de Lou Reed que es El lado más bestia de la vida, para enlazar con uno de los grandes hits de su carrera, el primigenio y ya casi primitivo pero siempre temazo Joaquín El Necio, con el que se despidió o empezó a despedirse por primera vez.

Se echa de menos algún tema como Fastasmas, una canción que en este formato podría funcionar muy bien. En cualquier caso, el repertorio es amplio y no hubo queja por parte de nadie tras escuchar El bar de la esquina, Adiós terrícolas o El sol del verano.

Entre las fotografías de Chema Pérez, como pueden ver, de lo bueno lo mejor. Nosotros seguiremos insistiendo siempre en esa entrevista que parece que se hace de rogar pero para la que cada semana que pasa tenemos preparadas más y mejores preguntas. Habrá una próxima. Allí estaremos.

Podéis ver las fotografías del concierto en el siguiente vídeo de nuestro canal Youtube:

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