MARILLION – F*** Evryone And Run (F.E.A.R.)

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Un tanto inmovilista

Tras casi tres años de preparación, la que es banda punta de lanza del rock progresivo convencional, Marillion, lanza su decimoctavo álbum de estudio, consistente en tres suites por encima de los dieciséis minutos y medio, más dos temas cortos (seis minutos y medio el más breve, ya llamamos corto a cualquier cosa), en los que quien se luce más, como viene acostumbrando a los oyentes, es Steve Hogarth, que gracias al pacto que debe haber hecho con Satán, canta exactamente igual que hace veinticinco años.

Musicalmente, el contenido de este disco guarda continuidad con el anterior, Sounds that can’t be made (2012), y, como siempre, el sonido, la producción y el savoir faire de Ian Mosley (batería) y Pete Trewavas (bajo) son impecables. Puestos a echar algo de menos, no estarían de más unos solos con más presencia, sobre todo de Mark Kelly (teclados) y Steve Rothery (guitarra), que durante todo el disco, y como pasa en varios de los últimos trabajos de la banda, están un tanto ausentes, te quedas esperando la gran explosión.

Gran explosión, que por cierto, sólo llega con las letras, brillantes alegatos sobre los males del mundo, todos humanos: corrupción, guerras, destrucción, egoísmo… bucólico todo ello. Creando un disco conceptual cercano al espíritu de Brave (1994) en la temática, la música navega sobre nuestros tímpanos para dejar la impresión, como ya se ha dicho, de que falta algo que te haga levantar del asiento: sólo Living in F.E.A.R., el tema más corto, acelera un poco, y los momentos más brillantes los encontraremos en el más largo, The leavers, con sus diecinueve minutos más el reprise que cierra el disco, integrado en The new kings  (enlazado un extracto), el tema que describe las peores miserias de un conjunto de letras muy duras y deprimentes.

Todo correctísimo, desde luego, como no puede ser de otra manera, aunque ya queda claro (ya lo estaba desde hacía varios álbumes) del todo que Marillion ya no pretende sorprender, limitándose a agradar sin más, convertidos en una banda que aspira a mantener a sus fans, no a hacerlos crecer.

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