LITTLE STEVEN & THE DISCIPLES OF SOUL

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La esencia pura del rock

Hay personajes que, como Steve Van Zandt, son puro rock and roll. Han estado ahí desde los comienzos, primero disfrutando y absorbiendo con avidez toda la música que les rodeaba desde chavales, y más tarde convirtiéndose en protagonistas de la historia, procesando y devolviendo todo ese conocimiento adquirido para escribir algunas de las páginas más brillantes de esa misma historia. Una historia que se sigue escribiendo día a día y que simplificamos llamándola rock, pero que en realidad es la de todas esas músicas mestizas y bastardas surgidas desde mediados del pasado siglo, del gospel al reggae, del soul al garage, del blues al funk.

Todo eso conforma el bagaje musical de Steve y todo eso es lo que él vuelca en su música, destilando su esencia y ofreciendo un cancionero donde se hace presente toda esa tradición sonora, despojada de todos los artificios que acompañan al rock como espectáculo de masas, lastrando con su grandilocuencia esa emoción que sólo se produce en la cercanía de las salas. Hay mucha más verdad en este tipo de conciertos que en las grandes giras por estadios, donde el espectáculo supera (y a menudo empaña) lo estrictamente musical. Con conciertos como el de Little Steven y sus Discípulos del Soul es fácil reconciliarse con el rock en estado puro y sentirse transportado al ambiente de esos garitos de la costa este donde estos músicos aprendieron todo esto que ahora son capaces de ofrecer desde un escenario.

Ya es todo un espectáculo contemplar a quince personas en escena, incluyendo dos teclados, dos percusionistas, un completa sección de vientos y tres maravillosas coristas al servicio de un puñado de canciones que conformaron un magistral compendio de los sonidos americanos, desde que – como recordaba Steve retrocediendo a su infancia – estaban claramente separados en la radio blanca y la radio negra hasta que todo eso fue confluyendo en las distintas evoluciones que hoy en día conocemos. Desde el comienzo con el recuerdo a Tom Petty y su «Even the loosers«, un canto de reconocimiento a los perdedores y a los secundarios cuyo insuficiente reconocimiento no resta importancia a su contribución en esta historia, pasando por el blues orquestal con aquel «Blues is My Business» que inmortalizara Etta James o el funk del padrino James Brown en «Down and Out in New York City«, hasta el navideño recuerdo a los Ramones y su «Merry Christmas (I Don’t Want to Fight Tonight)«, sin dejar de lado los sonidos jamaicanos ni el primitivo doo wop, y con los ecos de Sam Cooke, Bob Dylan, su amigo Bruce y muchos otros revoloteando durante toda la velada.

Una banda majestuosa, con un sonido impecable y arrollador (ayudaban a ello las condiciones técnicas de The Black Box, la sala interior del Palacio Vistalegre,  expresamente preparada para conciertos, con un sonido y una iluminación bien cuidados); un repertorio sin grandes himnos que corear pero sobradamente sólido, amplio y variado; una audiencia tan motivada y entendida como exigente, que casi llenaba el aforo de la sala y que desbordó entusiasmo desde el comienzo hasta el final. En fin, una noche perfecta para disfrutar de la música sin aditivos, con verdadera alma, contada por alguien que no sólo conoce la historia sino que forma parte de ella por derecho propio. Y es que, sin restar mérito a los protagonistas que aparecen siempre en grandes letras, muchas veces son los secundarios de lujo los que realmente la escriben.

Podéis ver las fotografías del concierto en el siguiente vídeo de nuestro canal Yotube:

 

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