PAJARO

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Culminación de una senda gloriosa

Mucho ambiente y mucha expectación había despertado la presentación del nuevo trabajo de Pájaro en Madrid. El escenario elegido para la ocasión era el legendario Teatro Lara, uno de los más antiguos y simbólicos de la capital, para dar a la cita una dimensión más solemne. Y es que no merecen menos esas canciones, y estos músicos. Sin prisas ni nervios, con la certeza de que cualquier espera en estos casos merece la pena, la hora de empezar se fue demorando hasta sonar el timbre de comienzo de la función. Ahora sí: la procesión, que hasta entonces había ido por dentro, se ponía en marcha. Llegaba la hora de la verdad.

Aparecieron los músicos en escena para recibir al maestro, al Pájaro en persona: a Don Andrés Herrera Ruiz, este genial y entrañable personaje que se siente en Madrid como en casa y que tiene aquí una ferviente afición. Comenzó a cabalgar la banda presentando las nuevas composiciones, aunque a veces resulte inútil hablar de viejas o nuevas porque todas estas canciones, las de los otros discos y las de éste, nacieron intemporales y parece que han estado siempre ahí, que forman de algún modo parte de una tradición secular cuyos referentes colectivos no resultan tan cercanos que nos pertenecen.

Rotunda y decidida, y realzada por el empaque de semejante escenario, la banda nos fue paseando por esos paisajes tan familiares con una maestría imponente, abriendo con «Corre Chacal Corre», el soberbio crescendo instrumental que sirve de introducción a este «Gran Poder» y engranando joyas recientes como «Lágrimas de plata», «Rayo mortal», «Los callados», «El tabernario» o «Yo fui Johnny Thunders» con otras ya imprescindibles como «Santa Leone», «Sagrario y Sacramento», «Perché», «Luces rojas», «Tres pasos al cielo»… Un abrumador repertorio propio que empieza a serlo también cuantitativamente y en el que necesariamente tienen que quedar fuera piezas que bien merecerían igual suerte que las elegidas. Desventajas (envidiables) de tener un gusto exquisito y un enorme talento componiendo. Como reza una de sus últimas frases gloriosas: Santos… ¡quién fuera Dios!

 

La velada no podía irse desarrollando mejor, aparte pequeños problemas técnicos que fueron solventándose con la mayor diligencia y que estos músicos saben tapar bien, aprovechando para improvisar inesperados episodios que contribuyen a la frescura y la espontaneidad de un directo sin trampa ni artificios. Así, al final hasta hay que agradecer que el fantasma del Lara anduviera revoltoso, ya que eso permitió que hasta nos regalasen un inesperado «Rezaré», aquella inolvidable versión que hiciera Silvio – via Celentano – del inmortal «Stand by me». Tras un cierre de nuevo instrumental con «Costa Ballena» y un brevísimo descanso, retomaron las tablas de forma apocalíptica, con una generosa propina que incluyó un monumental «TLP» aumentado hasta más del doble de su duración y de su intensidad originales y que remataron, como no podía ser de otra manera, con ese himno generacional que es «A galopar», del que casi se han apropiado ya de forma inmediata con esta poderosa revisión.

Un fabuloso espectáculo musical que al acabar puso en pie los palcos y el patio de butacas – aunque desde luego hubo quien no pudo contener tanto rato el entusiasmo y saltaba del asiento repetidamente a lo largo del recital. Como el propio Pájaro dijo, sólo le quedaba lamentar no poder irse de juerga después con todos los allí presentes. Y no por falta de ganas, porque a pesar de ser tantos lo hubiese hecho gustoso, y para todos hubiese tenido un abrazo, una sonrisa y unas palabras. Pero en otras partes esperan también su genio y su arte, y hay que seguir cumpliendo la agenda.

Grande el Pájaro, y grande su banda. Todos, del primero al último. Ese Raúl y sus guitarras prodigiosas, a la derecha del Padre compartiendo el centro de la escena. Y ese Paco poniendo el contrapunto guitarrero en la sombra. Y el bajo de Pepe, una fuerza y una alegría incontenibles. Y esa trompeta que Ángel toca haciendo honor a su nombre. Y ese Antonio a la batería, un espectáculo en sí mismo dentro del gran espectáculo que es esta enorme banda. Sólo cinco o seis tíos sobre un escenario, sí – pero que suenan con una fuerza y un sentimiento que ya quisieran muchas orquestas sinfónicas. Gloria bendita.

Podéis ver las fotografías del concierto en el siguiente vídeo de nuestro canal Youtube:

 

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