CELESTIAL APOTEOSIS ELÉCTRICO DE LAGARTIJA NICK

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Misterios gozosos, misterios dolorosos, misterios gloriosos

Es un misterio que una banda como Lagartija Nick esté donde está, después de tres décadas de altibajos, idas y venidas, cambios de formación y orientación, llegando hasta aquí con las ideas firmes y la reputación intacta. Es también un misterio que su personal e inclasificable propuesta no haya sido reconocida en la dimensión que realmente merecería ni haya alcanzado una repercusión acorde con la singularidad y la elevada calidad lírica y musical de su cancionero. Y hasta es un misterio que, a pesar de todo ello, su capacidad de convocatoria entre sus fieles creyentes alcance un fervor casi religioso y sus conciertos sean casi una comunión mística entre el grupo y sus seguidores.

 

Lagartija Nick han escudriñado los misterios de la vida y del cosmos, apoyándose en la física y la metafísica para desentrañar esas incógnitas y hasta para plantear otras nuevas, a la vez que evolucionaban experimentando con sonidos crudos, densos y oscuros desde sus comienzos, pero siempre en busca de un atisbo de claridad, de una luz que les conduzca a emitir destellos creativos, aunque algunos puedan ser tan fugaces como fulgurantes. Una carrera vertiginosa a la vez que pausada y meditada, en una relatividad espacio-temporal a veces desconcertante por sus largos silencios o sus bruscos giros estilísticos. Llegados aquí, los granadinos han decidido que era un buen momento de celebrar. Celebrarlo todo: su último disco, su legado anterior, su momento actual, sus penas y sus glorias, todo a la vez. Y hacerlo con un concierto donde revisar ampliamente su recorrido y su repertorio, integrando todos los devenires que les han ido moldeando en su andadura hasta conformar su ser presente. Un concierto de reafirmación para ellos y sus feligreses, de agradecimiento mutuo y festivo, una cita única, irrepetible y especial.

Con el elegante y decadente escenario del viejo teatro Eslava como marco y frente a una pista abarrotada y entusiasta empezaron temprano y puntuales, para poder cumplir sus intenciones de hacer un concierto más largo de lo habitual y dar así cabida a casi treinta canciones de todas sus etapas. Empezando por el final, por los temas más recientes para ir haciendo una regresión sobre el material antiguo, aunque en muchos casos retomando aquellas composiciones desde un prisma muy distinto, actualizando su sonido. Y hasta estrenando un tema aún inédito, «Somalia«. A la formación de cuarteto con los miembros originalesAntonio Arias, Juan Codorniú, MAR Pareja y Eric Jiménez – se une ahora también en directo, después de participar en el último álbum, JJ Machuca (Lori Meyers) con sus teclados, con una importante aportación al abanico de sonoridades.

 

Manteniendo siempre la intensidad sonora y emocional tanto en los momentos de tormenta como en los de calma, fueron recordando todo y a todos, ausentes y presentes: Omega, Morente, Lorca, Joe Strummer, Val del Omar… Y especialmente a Jesús Arias, hermano de Antonio y figura fundamental en la agitación cultural y artística de la Granada contemporánea, nexo y crisol para todos aquellos que le conocieron. Sin ser nunca parte de la banda de forma oficial, Jesús siempre influyó de forma decisiva en su trayectoria y su inspiración. De hecho, varias composiciones suyas han sido grabadas en distintos momentos por su hermano y sus compadres, y casi todas sonaron también para recordarle en esta celebración.

Al hilo de las versiones, en su último álbum también tiran de raíces flamencas y andaluzas, y hasta se atreven con «Soy de otra Andalucía», unas atípicas sevillanas reivindicativas. Tanto que la letra le costó ir a prisión a su autor, Jose María Carrillo, que la compuso con Gente del Pueblo hace casi cuarenta años y que vino a cantarla con ellos en esta ocasión tan especial (y ya de paso, se arrancó con la intro de «La Leyenda de los hermanos Quero«). Y aún hubo otro invitado que se sumó al final de la fiesta: David Fernández, que ocupó durante una época el lugar de Eric a las baquetas, retomó por un rato ese lugar tras los tambores para recordar aquella contundente etapa.

No se podía pedir más, pero todo el mundo quería más. Nadie quería que la nave aterrizase, todos hubiésemos seguido eternamente en vuelo. Dos horas de Lagartija Nick pueden hacerte estallar o pasar en un instante y dejarte con ganas de más. O quizás las dos cosas a la vez.

No dejan de ser misterios

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