SZIGET 2025
Cumpliendo
Isla de Óbuda, Budapest
6-11 de agosto 2025
Redactora: Tara Heshusius
Tras un viaje previo paso por Bratislava y retrasos de trenes y aviones, llegamos a la isla de la libertad el día previo al festival. Varios cambios se perciben en el festival, nuevas localizaciones de escenarios, y sobre todo, cambio generacional entre sus asistentes.
Un choque frontal al Sziget que recordaba pero que se lleva fraguando años, y en el que por primera vez desde que voy, la experiencia en el camping no ha sumado al conjunto total. En cualquier caso, utilicé mi primer día para visitar Budapest y descansar, para lo que se venía cuando el festival abría sus puertas para todo el mundo oficialmente un año más.
Día 1

Llevamos un par de años empezando el festival con propuestas guitarreras, y este año no podía ser menos. Empezamos el día con RØRY , cuya propuesta musical me recuerda irremediablemente a una especie de Avril Lavigne moderna, con una bonita armonización de su juvenil y rabiosa voz, a través de composiciones facilonas que bien podrían ser de algún DJ como Illenium, pero con un resultado realmente agradable. Porque así es como definiría la música de esta inglesa: agradable para el oído, para los Felipes que quieren jugar a ser punk y para los amantes de Charli XCX que hayan descubierto que se puede hacer música con guitarras.
Y vaya si se puede; que se lo digan, si no, a Palaye Royale, el siguiente concierto del festival. De nuevo, escenario Revolut –el mejor del festival– para otro grupo con claras tendencias al emo de principios de los 2000, pero sin rozar la grima de algunos de sus grandes estandartes. Por momentos se perciben cositas de Nothing But Thieves, mezcladas con Twenty One Pilots para dar como resultado la sofisticación de la fórmula que Rory proponía. Si la primera era cruda y directa, estos eran elegantes, dentro de la elegancia que te puede dar un género tan poco elegante como este, pongámoslo en claro. Por si cabía la duda, estos señores se consagran como unos NO ONE HIT WONDER, porque, aunque lo petaran con su single Lonely, canciones como Mr Doctor Man, Little Bastards o Pray To Me les sitúan como una banda con mucha versatilidad que quizás no acaba de tener un sonido propio, pero que por momentos coquetea con varios que suenan realmente bien.
Unos minutos después repetíamos escenario y nos metíamos de lleno en otro grupo de guitarras. La alternativa a Papa Roach era Charli XCX, y bastaron 5 minutos de escuchar a algunas de las Brat fans que pululaban por el recinto para saber que era necesario situarse en el lugar más lejano de la isla durante ese concierto. El Revolut no está muy lejos, pero al menos tiene techo, y tal y como está el mundo, cualquiera sabe. Lo mismo nos tiran un pepo y se acabó el show. Aunque para pepos los Papa Roach, banda que combina a la perfección lo mismo de las anteriores propuestas: tener la misma personalidad que Eduardo Manostijeras, vestir como si tuvieras 20 años menos y cantar canciones como si las hubieras compuesto en el instituto durante una clase de literatura. Pero qué más da, para mi sorpresa, sonaban como un tiro. Crecí escuchando muchos de sus temas, pero nunca había tenido la oportunidad de verlos en directo. Claramente renovados por las influencias de bandas como Bring Me The Horizon, la banda nos presentó nuevas canciones con una clara base electrónica, algunos beats sacados del sad trap, pero envuelto en ese sonido tan característico de haber sobrevivido al efecto 2000. No solo ellos sobrevivieron a algo: yo pude sobrevivir a los NPCs del GTA VI que se situaron alrededor del concierto de Charli, y lo pude hacer apostando al caballo perdedor, al negro, al emo, al señor mayor con pelo engominado. No sé quién ha tenido la idea de convertir Sziget este primer día en un Reading & Leeds de 2005, pero firmo.
Tras esto nos fuimos al escenario electrónico Bolt, que cada noche organiza fiestas temáticas en función del género. No sé qué género tocaba ese día, posiblemente artistas que sobrevivieron al incendio de Tomorrowland, porque el escenario estaba plagado de varios de los nombres que tienen casa adosada en Bélgica, y las opciones de que algunos de los que se subieran al escenario esa noche se hayan pasado a pedirle sal a otro eran altas. Es la endogamia de la música electrónica, y la característica predilección por los platos sosos en esas sociedades del futuro. No sé cómo le saldrá la menestra de verduras a Don Diablo, pero lo cierto es que de diablo tiene poco, y de Don directamente nada. Se tiró un set tremendamente plano, propio de chiringuito de playa, aunque quizás eso es lo que debería haber esperado. Quizás esa era la temática del día y estaba completamente confundida. Lo único que sé es que, con la idea del chiringuito, me entró hambre, así que aproveché para cenar una sopa tailandesa y seguir con la jornada.
Había un hueco importante en la programación, así que aproveché para conocer a los personajes que pululan por el festival. Los primeros días siempre son geniales: aún no hay polvo, aún no hay zombis, y la mayoría no ha perdido la dignidad con alguien cocido por el mejunje de sustancias, y todos van relativamente limpios.
De nuevo al escenario Revolut, en el que casi hago pleno si hubieran tenido a bien poner algo mejor que los 45 minutos de Kenya Grace, que de Kenya tiene nada y de Grace menos. Pero la ocasión lo merecía: Empire of the Sun era la banda encargada de darle algo de felicidad a un escenario que, si llega a tener a otro emo sobre él, habría acabado como suelen acabar ellos.
Sobre el escenario solo vemos a uno de los que hicieron famoso al dúo; no sabemos si es Empire o si es Sun, pero en el fondo tampoco nos importa. El grupo sigue sonando como un tiro, los visuales nos llenan de color y calor el corazón que se nos estaba volviendo negro (aún resuena Scars de Papa Roach en mi cabeza, cómo se mete esa mierda) y por fin nos ponemos en modo festivalero y en modo Sziget. Un buen público espera paciente a que toquen “la buena”, que para sorpresa de todos la interpretan casi al principio del concierto, y eso hace que gran parte de la generación TikTok abandone el escenario a buscar nuevos conciertos que joder al personal para crear contenido. Ahí empezó lo bueno: sin niños rata todo se disfruta mejor, y musicalmente se pusieron a experimentar más. No es que fueran Pink Floyd, ni tampoco Magdalena Bay, pero al menos intentaban no ser Empire of the Sun, y eso es algo que se agradece.
El día estaba acabando y sabía que lo iba a terminar en este escenario. El cierre era The Dare, la banda tributo a LCD Soundsystem que consiste en un solo tío que sube al escenario a cantar y bailar con todo pregrabado. Eso sí, lleva traje, y traje en verano es algo que hay que respetar. Solo por eso, no seré dura diciendo que es un poco estafa que no pongas aunque sea a un batería amateur húngaro a darle unos golpes de fondo, pero las canciones tienen su punch, con ramalazos de The Rapture y algún que otro momento más trallero, fue una divertidísima experiencia musical, pero con una ejecución bastante mejorable. Con esto cerramos el primer día, sorprendente para ser Sziget, con más guitarras que de costumbre.
Día 2

Empezamos la jornada con Caity Baser. Dime que eres british sin decirme que eres british aparece en el diccionario de Magaluf si buscas su nombre. Una actuación a la que le falta un poquito aún para estar cocida, con una mezcla de chonismo de las islas y algunos remixes hechos por otras personas en los que ella pone la voz. No está mal para despertarse, pero hay que pedirle más a un festival.
Muy contenta de que una de las divas que escuchaba en mi adolescencia haya decidido hacer gira y se pase por aquí. Nelly Furtado venía al escenario grande a reivindicar los temazos de cuando el Bershka estaba en su prime, y te creías que entrar en los probadores era como estar en una cita con Justin Timberlake. No faltó ninguna: Promiscuous, Maneater, Say It Right o I’m Like a Bird. Todos hits generacionales. ¡Cómo lo gocé!
Después de esto, tocaba escapar de la marabunta en forma de fan histérica que Shawn Mendes había congregado. El día parecía bastante flojo, porque la israelí Noga Erez tenía el privilegio de ser uno de los grandes nombres del Revolut. Así de mal iba la cosa. Así que me dejé caer por la zona de Magic Mirror, aproveché para hablar con desconocidos y me dispuse a pillar buen sitio en Justice. Carpa abarrotada para los franceses, toda una sorpresa que les programaran en ese escenario, pero supongo que no eran tan grandes como para encabezar, ni tan pequeños como para ir a plena luz del día. Repartieron estopa y tralla mezclada con sus canciones cada vez más funk. Si bien es cierto que empezaron con fuerza con esa Genesis que todo el mundo reconoce, a mitad de concierto empezaron a adquirir un carácter monótono que se fue amplificando cuando, durante los siguientes 15 minutos, tuvieron la desfachatez de hacer un encore de relleno con canciones que ya habían remezclado varias veces antes. Tuve la sensación de escuchar el abecedario no menos de cinco veces, y acabé pidiendo la hora. Bien, pero no tan bien.
Por último, pillé algo del cierre de Massano y empecé un poco de Boris Brejcha, pero los problemas de sonido al inicio hicieron que abandonara y me metiera en mi tienda a eso de las 04:00 de la mañana, para dormir mis agradecidas cinco horas de rigor. No fue un gran día que digamos.
Día 3

Llegamos al ecuador del festival y el nivel ha bajado considerablemente. Estoy más cansada, hay mucho polvo en la isla (del de arena también) y el público es más agresivo que de costumbre. Escucho a lo lejos en el Main Stage los sonidos africanos de The Joy, pero decido entrar en el Revolut a escuchar a los daneses Scarlett Pleasure. Un blanco y negro mix de manual. Conocidos mundialmente por tener “la canción” de la película Druk, fueron una grata sorpresa al darme cuenta de que no eran unos one hit wonder, aunque he de decir que tampoco estábamos ante la reunificación de The Smiths.
De ahí me arrastré a ver a los sustitutos de Michael Kiwanuka en el escenario grande, que no eran otros que The Kooks. Estos sí que los disfruté, porque me llevaron a mis años de adolescencia y el ambiente entre los que me rodeaban era muy bueno. Es cierto que se me hizo un poco largo, pero fui capaz de disfrutar de las tres canciones por las que había ido, así que misión cumplida.
Luego le tocaba el turno al cabeza de cartel, otro sustituto, en este caso del cancela-festivales A$AP Rocky, que le cedía el trono a Kid Cudi. Solo en el escenario, con una voz que se le quedaba cortísima y más preocupado de sonreír a la cámara que de conectar con el público, fue un cabeza de cartel flojo, que podría haber sido un segundo nombre interesante del día, pero el slot de cabeza le quedaba grande y por momentos rozaba lo ridículo.
No acabé el concierto y me acerqué a Bolt a su noche temática Awakenings. No sonaban mal Abstract Division y Rene Wise, pero mi atención estaba puesta en el cierre de la noche para mí, que no eran otros que Caribou.
Esta gente no falla: da igual lo que toquen, que se tiren 9 minutos con una canción en la que solo repiten la palabra “Sun”, la hora del día o el escenario del mundo, siempre suenan bien. Unos ritmos complejos que bailan por debajo de unos sampleos a los que, de vez en cuando, acompaña la voz de Dan Snaith para regalar una nueva experiencia sonora que se sitúa como lo mejor visto hasta el momento en el festival. Y creo que esto no debería sorprender a nadie.
Día 4

El cuarto día del festival prometía, y mucho. Era la fiesta de la electrónica. Abrimos con Anyma que, aunque vino sin el pantallón vertical o el horizontal de los Afterlife, se trajo una sesión mucho más potente y mejorada que la de la última gira, con momentos realmente memorables, como ese mixeo entre Sweet Temptation y Midnight City en una especie de clímax catártico animal. Gran público se situaba a mi alrededor, con buena energía, respeto y seguramente algo en el cuerpo, pero yo no soy nadie para juzgar.
Después vino el que sería el mejor concierto del festival para mí. Pero no hasta el momento: el mejor en general. Siento hacer el spoiler. Ry X subió al escenario para enseñarnos que es algo más que una copia de Bon Iver: es un tipo con personalidad.
De los ambientes más intimistas a los temas más sexys, pasando por momentos de una creatividad electrónica sin parangón, elevándose ellos mismos a niveles que solo Caribou había alcanzado hasta el momento en el festival, fue la constatación de que la música real siempre ganará a los robots. Y este hombre tuvo los huevos de hacerlo en el gran día de la electrónica, el gran día de lo sintético.
Después vino la gran decepción del festival, que no fue otra que la que “nos regaló” Elderbrook. El hype era desmedido, pero un público horrible, un artista que sobre el escenario no aportaba absolutamente nada diferente a lo que ya nos da en disco y que, sobre todo, fue capaz de empeorar algunas de sus mejores canciones o privarnos de joyas como Strangers, Find My Way To You o Afters.
El cambio de hora de Miss Monique por Mathame entró como agua de mayo, porque el cansancio hacía mella y necesitaba dormir. Pero fui hacia esa carpa donde cada noche diferentes géneros de electrónica brillan (o aburren) y pude deleitarme con Mathame. Era la primera vez que los veía, y me pasaron por encima. Beats duros como piedras vascas, aderezados con momentos de una sutileza intimista, pasando por explosiones sonoras que me elevaban a niveles sensoriales propios de un viaje psicodélico. Una maravilla cómo esta gente es capaz de combinar lo mejor de la electrónica de los 90, pasarla por un filtro moderno y, aun así, ser totalmente reconocibles y únicos. Brillante.
Justo después Adriatique aparecieron para cerrar el escenario, una formación a la que quería de verdad ver, pero el cansancio, a eso de las 05:00 de la mañana, me obligó a abandonar. Una pena.
Día 5

El festival empezó a remontar la noche pasada, y sigue hacia arriba. Todo esto gracias a Zaho de Sagazan, carismática artista francesa que puso patas arriba el Revolut Stage antes de las 19:00. Claramente se le quedaba pequeño el escenario y se le quedaba pequeña la cantidad de público allí congregado, pero eso sí, devoto como pocos. Momentos para el recuerdo como cuando iba cantando uno a uno a los afortunados de las primeras filas mientras estos lloraban lágrimas sinceras, pasando por paisajes sonoros de electrónica que nos demuestran por qué los franceses son los reyes del electropop una vez más. Si para colmo terminas tu concierto con una brillante cover de Modern Love de Bowie, poco más puedes hacer para no ser top 3 de este año.
Tras esto, me fui a ver a Fat Dog, cuya mezcla de electrónica con elementos de folclore de Europa del Este fue sencillamente sublime. Una fiesta de principio a fin llena de pogos, ritmos locos y mucha pasión. Todo lo que le faltó a Post Malone, que pese a venir con una nueva gira, una renovación de su repertorio tirando al rock y músicos de verdad, le faltó algo de magia que sí habían tenido las dos actuaciones anteriores.
Desde ahí, acampé en el escenario Bolt hasta poder ver a Armin van Buuren. Nunca le había visto, y fue una experiencia sublime. Aunque esperaba más trance y menos tralla, la propuesta del holandés fue de esas que se hacen cortas pese a que contara con un set de 2 horas. Tras él, Vini Vici vinieron a hacer de las suyas, pero su intencionada monotonía me hizo abandonar a los pocos minutos de cara a descansar para el último día.
Día 6

Claramente, los tres últimos días del festival fueron mejores que los tres primeros. Abrimos el día en el Main Stage con Portugal. The Man, y menudo soplo de aire fresco. En comparación con DJs, gente que sale sola al escenario y demás, ver a unos cuantos músicos pasándoselo bien era algo que necesitaba ver en el festival. Y este era el día para ello: el último día del festival se presentaba como el “día indie”, como lo que podría ser un Primavera Sound si lo controlara Live Nation.
La realidad es que se marcaron un señor concierto, con una preciosa energía rock que eché en falta durante todo el festival. Al igual que no había escuchado nada tan remarcadamente rock alternativo americano como Bartrees Strange, que, sin brillar, aportaron una variedad al line-up que hacía falta.
De aquí pasamos a la propuesta de The Last Dinner Party, grupo que no para de subir como la espuma en popularidad y cuya propuesta aúna un rock más “arty” con mucho feminismo y reivindicaciones sociales. Creo que el escenario grande no era el mejor sitio para algo así; las sentía muy lejos y habrían brillado mucho más en carpa.
De ahí me acerqué a Refused, pero no fueron lo mío, y pasé a ver a la cabeza del día: Chappell Roan. Creo que no exagero si digo que fue la mejor cabeza que ha pisado el festival, una fiesta de energía femenina sin necesidad de reivindicar nada, solo mujeres pasándoselo bien sobre el escenario, todo lleno de color, de emoción, de contrastes. Ahora entiendo todo el hype que se ha generado alrededor de ella.
Para el cierre, fui a Brutalismus 3000, que resultaron ser mucho más machacones de lo que recordaba, aunque sonaron a Mozart comparado con lo que sonaba en los cierres del resto de los escenarios: de lo más flojo que recuerdo en mis seis años viniendo a este festival.
Una pena, porque el final siempre es el broche que te deja la última imagen mental de cómo ha sido el festival. Un festival que, aunque irregular, tuvo momentos de brillantez al final, que justificaron estar allí y vivir la experiencia para contárosla de primera mano.