Pink Tones ya llevan casi 10 años interpretando las canciones de Pink Floyd, y sus conciertos siempre están a rebosar de aficionados a la banda, desde grupos de amigos que aprovechan los eventos para disfrutar juntos de la música hasta los grandes fanáticos que se dejan cuello y cartera en primera fila y puesto de merchandising, respectivamente.

El último concierto de la gira Beyond The Wall Tour no iba a ser una excepción, sala llena y en la Joy Eslava, posiblemente el recinto madrileño con más de 400 personas de aforo donde mejor sonido se puede conseguir, teatros aparte. Tres horas exactas dan para dar un buen repaso a la discografía de los ingleses, incluyendo gran cantidad de temas no muy conocidos para el gran público, y dejando para el tramo final las más populares composiciones de The Wall, muñeco hinchable del temible profesor incluído.

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Con un nivel de ejecución prácticamente perfecto en todas las canciones es complicado escoger los momentos álgidos del espectáculo. La siempre vigente Dogs fue uno de ellos, con la aportación genial del theremin por parte de Álvaro Espinosa, alma mater de Pink Tones como cantante y guitarrista principal. El mismo Álvaro es el responsable de que Shine On You Crazy Diamond resulte excelsa, siendo de las más arduas de interpretar, en tanto en cuanto las emociones son más difíciles de expresar que la complejidad técnica. Que su voz se parezca tanto a la de David Gilmour también es un punto a favor, como quedó patente en High Hopes, la maravilla que cierra el The Division Bell.

Las dos cantantes femeninas salen airosas de una más que exigente The Great Gig In The Sky, y aportaron coros en muchas otras. El momento de éxtasis colectivo al oír el primer “ting” de Echoes, previo a casi 25 minutos de paroxismo musical y visual, también quedará en la memoria de los asistentes. Varios apuntes al saxo de Pipo Rodríguez -encargado asimismo de guitarra y voces- suma colores a un escenario deliciosamente saturado por lásers y luces. Tampoco hace daño que el rosetón de la parte trasera del escenario de la sala recuerde al que salía en Pulse.

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Al ver a un aficionado con un vinilo de Atom Heart Mother en ristre cual mesías, junto a otro con un par de los célebres martillos de Run Like Hell, nos acordamos de la visita de Roger Waters a Madrid hace unos años, con su colosal espectáculo de videomapping sobre el muro. Hay artistas para los que no existe la crisis y Waters es uno de ellos, aquí llenaría un estadio a cualquier precio, ¿por qué no viene?. Su solvencia es trivial, por lo que la respuesta será enrevesada.

¿Qué más se puede pedir? siendo puntillosos quizás un acercamiento a la época de Syd Barrett. En definitiva, un concierto de 3 horas del que se sale con una sonrisa y con ganas de volver a escuchar la discografía de una de las formaciones más importantes de la historia de la música.

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