LEÓN BENAVENTE

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Lección de música indie

Pocas veces un grupo independiente consiguió tanto en tan poco. Comprobando la cantidad y fidelidad de sus seguidores, es fácil olvidar que no llevan más de un año entre nosotros. Apenas un mes después de llenar la Joy Eslava, volvieron a hacerlo quinientos metros más arriba, en la mítica sala El Sol, que celebra por estos días su treinta y cinco aniversario y difícilmente podría haber escogido un grupo mejor para celebrarlo.

León Benavente ha elevado, parece evidente, el nivel de la música indie española en particular y el nivel de la música popular cantada en castellano en general. Si no fuera una gilipollez, incluso diría que era un grupo necesario. No han surgido de la nada, como seguramente ya saben (el aquí guitarrista, Luis Rodríguez, es bajista con Nacho Vegas, el batería César Verdú viene de Schwarz, el bajista Edu Baos de Tachenko y David Cobas, aka Abraham Boba, además de tener una interesante carrera en solitario, es el teclista de Nacho Vegas) pero su trayectoria no garantizaba que la cosa fuera a funcionar y, desde luego, no aseguraba que el disco y el EP publicados hasta ahora fueran a ser tan enormes. Los mejores ingredientes ayudan, qué duda cabe, pero no garantizan la excelencia del guiso y no hubiera sido, desde luego, la primera historia de “súper-grupo” que fracasa. Quizá parte de su éxito se deba, precisamente, a que no son un súper-grupo al uso, sino más bien la milagrosa reunión de segundos espadas con muchísimas horas de vuelo a sus espaldas y un par de cosas claras sobre cómo funciona esta historia. No se trata de una reunión de egos, sino de profesionales con ganas de hacer algo importante.

Empezaron con una intro instrumental, recurso que si emplean para concitar la atención del público resulta innecesario porque éste ya estaba ganado desde que aparecieron a la carrera en el escenario y tomaron posiciones. León Benavente ha publicado hasta la fecha catorce canciones contundentes e impecables (incluyendo una versión de la gran Europa ha muerto de los Ilegales) y hasta los porteros de la sala estaban deseando escucharlas una tras otra. Así fue y para Década, tercera de la noche, los gritos del público y la voz de Abraham Boba eran ya una sola.

La primera parte terminó con Ánimo, valiente, canción que abre su primer disco, con la que se dieron a conocer e indudable hit indie desde su lanzamiento. Cumplido el trámite de salir y volver (el público no insistió demasiado en pedir otra: si alguno de los catorce temas hubiera quedado sin sonar alguien hubiera tenido que atenerse a las consecuencias) remataron con Todos contra todos (tema que abre y da nombre al EP), La palabra, Ser brigada y Abraham Boba entregado por completo a la actuación, bajándose del escenario y cantando entre el público.

Melodías que no renuncian a la contundencia, detalles de postpunk y, en fin, gran solvencia interpretativa a la que se superpone la voz y el derroche de actitud de Abraham Boba, que tampoco canta cualquier cosa, sino unas letras trabajadas, inteligentemente reivindicativas cuando toca y afortunadamente alejadas del ripio y el estribillo facilón.  

 

Pocas veces una hora y media duró tan poco.

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