THE FLESHTONES

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¡Que no pare el Rock & Roll!

Increíble lo de estos neoyorkinos: después de casi cuarenta años en la brecha, pateándose escenarios por todo el planeta y editando discos sin parar, no han perdido un ápice de la energía ni del sentido del humor de sus comienzos, cuando debutaron en el mítico CBGB’s de su ciudad allá por 1976. Sus conciertos siguen siendo una fiesta donde ellos son los primeros a la hora de divertirse, pero además se encargan de que los asistentes también disfruten todo lo posible y para ello no escatiman bailes, saltos y coreografías, haciendo numerosas incursiones entre el público – y hasta marcándose unos pasos de claqué sobre la barra del local, si se tercia.

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Es envidiable la complicidad que alcanzan con sus seguidores que, si bien nunca se han contado por legiones, son absolutamente fieles allá donde quiera que vayan, y les responden cantando y bailando en cada sala de cada ciudad que visitan con el calor y el entusiasmo de un estadio lleno hasta la bandera. Y es que quien se engancha a ellos se hace fan de por vida, y a partir de ahí The Flestones son, más que una banda, casi una religión, alegre y festiva: la religión del rock & roll como diversión.

Así lo demostraron una vez más en el Estudio 27 de Burgos, una cita fija ya en sus visitas a nuestro país, repasando ante una sala prácticamente llena sus éxitos de toda la vida, esos clásicos que no pueden faltar gira tras gira. La alternancia en las voces y los constantes cambios de lugar sobre el escenario (y subiendo y bajando de él) avivan aún más el ritmo de sus frenéticos e intensos recitales, donde pueden dar cabida a más de treinta temas en apenas hora y media sin despeinarse. Algo que parece increíble que sean capaces de repetir noche tras noche – casi literalmente: su infatigable marcha se va prolongar en esta gira española durante 21 conciertos en 23 días, nada menos – sobre todo si tenemos en cuenta que ya no son unos chavales, aunque por su actitud y sus ganas aún lo parezcan.

Quizás hayan dado con la fórmula de la eterna juventud a base de hacer lo que les gusta sin mayores pretensiones que pasarlo bien y hacer disfrutar a quienes acuden a sus conciertos. Esperemos que Peter Zaremba siga agitándose con la misma gracia y locuacidad bajo los focos mientras nos deslumbra con su armónica y sus teclados; que Keith Streng siga con sus elegantes poses rockeras guitarra en ristre, sacudiendo esas patadas al aire y cruzando mástiles con Ken Fox, tan efectivo en las partes vocales que le tocan como marcando el pulso de la banda junto con Bill Milhizer, una garantía de ritmo en la batería. Y que tengamos Fleshtones para rato, por muchos años.

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