Veinticuatro horas después de llenar La Riviera (con capacidad para unas 2800 personas), los ingleses Crystal Fighters casi volvieron a repetir azaña al día siguiente. Prácticamente lleno en su segunda fecha consecutiva antes de desplazarse a Barcelona.

 

Se encargaron de allanar el terreno sus paisanos y convecinos de Is Tropical, teloneros habituales en esta gira, cuando al Sol todavía le faltaba un buen rato para irse (empezaron a las 20:00) y buena parte del público estaba aún por llegar. Camisetas del Real Madrid y el Atlético para no ofender a nadie y congraciarse con los madrileños y una muestra de su pop-rock electrónico y bailable cuyo punto culminante fue, como era de esperar, Dancing Anymore, su gran hit hasta la fecha y para cuya interpretación convocaron a Eleanor Fletcher, corista de Crystal Fighters.

 

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Hora y media más tarde subieron al escenario los protagonistas de la noche, que parecen haber aprendido ciertas cosas del grupo de Jared Leto 30 seconds to Mars (o viceversa): lo de enviar a dos señores de avanzadilla antes de salir a escena para animar el cotarro, en este caso dos percusionistas tocando una especie de txalaparta, lo que me parece loable y acertado y, lo que resulta algo más grimoso, la insistencia en identificar a la banda con (y animar al público a alzar los brazos y formar) el signo del corazón con ambas manos (un triángulo en el caso de los angelinos), gesto que popularizara, entre otros, Gareth Bale en la Premier League y que, en mi opinión, le da al asunto un cariz sectario e infantiloide con el que me resulta imposible empatizar.

 

No cabe duda, no obstante, de que los londinenses han encontrado en muy poco tiempo la fórmula del éxito: una mezcla de indie-rock electrónico concebido para festivales y pistas de baile construido sobre los sólidos cimientos de una percusión poderosa y muy rítmica que invita, y así sucedió, a bailar desde el minuto uno hasta incluso después de que la música haya dejado de sonar. Público bien dispuesto desde la primera fila a la última y con muchas ganas de fiesta a los que Sebastian Pringle, con su entrega absoluta, y Graham Dickson, que también se ganó el sueldo, no decepcionaron en ningún momento.

 

De la sala, qué se puede decir, buen sonido en el tercio delantero que empieza a hacer cosas raras según uno va probando diferentes zonas. Nada nuevo, por otra parte, y que no pareció ser impedimento para que la gente disfrutara de las casi dos horas de concierto en las que tuvieron tiempo de repasar el grueso de su obra desde Solar System hasta Xtatic Truth, primera y última, incluyendo, por supuesto, You & I, LA calling y I love London, la más demandada por parte del público.

 

Tras despedirse de España, empieza ahora la temporada de festivales para Crystal Fighters, hábitat natural de este grupo que no pretende más que eso tan sencillo y tan complicado que es poner a todo el mundo a bailar. 

 

1 pensamiento sobre “CRYSTAL FIGHTERS

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