Extremoduro 01Roberto Iniesta hace cosas raras. Lo mismo recoge un premio institucional junto a la jefatura superior de policía que intenta separar al público de las primeras filas en “marchosos” y “tranquilos”; Lo mismo para un concierto de miles de personas porque hay treinta fuera del recinto escuchando gratis que se pone hecho un basilisco contra la “piratería” musical. Afortunadamente, las canciones del extremeño son tan convincentes, y el sonido que ofrecen en directo tan contundente y logrado, que los seguidores somos capaces de perdonarle cualquier cosa.

El pasado viernes, en la plaza de toros de Las Ventas y a pesar de que nadie hizo ni caso del absurdo intento de separación del público de pista, nada perturbó el espíritu del cantante ni de sus cinco acompañantes, que ofrecieron un concierto sobresaliente. Un derroche de guitarras y versos de los que, en este país, solo es capaz de ofrecer Extremoduro. No es Iniesta, desde luego, el mejor guitarrista nacional y, al menos sobre el papel, es también discutible que se trate del mejor letrista. Sin embargo, es imposible encontrar un escritor de canciones mejor dotado que él en nuestras tierras. Los temas de Extremoduro, una gran parte de ellos al menos, son artefactos intemporales capaces de rivalizar con discos enteros de grupos que andan llenando festivales por ahí. Y eso compensa hasta la más extravagante de sus idas de pinza.

Extremoduro 07Anda esta gira poco nostálgico Roberto, centrando los conciertos en los tres últimos discos y dejando el repertorio más transgresivo para apuntalar las casi tres horas de actuación y que la cosa no se venga abajo. El debate es constante y repetitivo: los fans de la primera hornada se preguntan cuántas concesiones hará y los de la última si tocará ‘La ley innata’ entera. Da igual. Sobre el papel, ambos grupos deberían salir decepcionados y sin embargo, el resultado final, más allá de la selección puntual de canciones es tan logrado, el sonido tan sólido y equilibrado y la actitud tan convincente que no puedes sino entregarle las llaves de tu coche y dejar que te lleven donde quieran.

La intro es una versión instrumental de «Extraterrestre» que enlaza con «Sol de invierno», una de las joyas de la primera época. A partir de aquí, repaso post-‘Agila’ y canción inédita al canto: «Canta la rana», tema tranquilo en su primera parte que va creciendo hasta tomar hechuras de temazo: “Quisiera bajar un escalón / en la escala de la evolución”, no nos resistimos a este pequeñísimo spoiler de una canción que el propio Robe pide que no sea grabada ni colgada en internet para que todo el mundo pueda disfrutarla en primicia. La gente, de momento, está cumpliendo y Extremoduro ha prometido una grabación de calidad en cuanto termine la gira. Buen detalle.

Desconciertan un tanto los parones entre canción y canción, largos y numerosos, aunque quizás sean debidos a cuestiones de grabación. Tras el acostumbrado descanso llega por fin «Jesucristo García» y, para terminar, cinco hits de estadio enlazados uno tras otro al más puro estilo Coldplay o Muse: «So payaso», «Standby», «Golfa», «Salir» y «Puta». Con la lengua fuera y la garganta rota llegamos a los bises, y a la acostumbrada «Ama, ama y ensancha el alma» se unen «¡Qué borde era mi valle!», «El camino de las utopías» y los habituales guitarrazos de Iñaki “Uoho” Antón como broche final una vez que Roberto Iniesta ha abandonado el escenario.

Tres horas de pura potencia y espectáculo de un grupo que puede permitirse no tocar ni una sola canción de ‘Somos unos animales’ o ‘Dónde están mis amigos’, dos de sus mejores discos, y dejar a quince mil personas satisfechas. Tiene mérito. Le vamos a seguir perdonando las rarezas.

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