LEFT LANE CRUISER + SLAM & HOWIE

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White Trash Blues y’all

Imagino un camión de ganado llegando a Gran Vía. En la parte trasera van los miembros de Left Lane Cruiser. El camión para y los integrantes bajan con sus instrumentos a cuestas y una botella de Jack Daniels para alegrar el camino. Se despiden del conductor y, todavía con el retropedo del día anterior, dan un beso al gorrino que asoma la cabeza casi a modo de despedida…

Lo siguiente ya no lo imagino sino que lo cuento tal y como fue. Si no se fían, hay testigos.

Antes de hablar de los de Fort Wayne debemos empezar por el principio. Slam & Howie And The Reserve Men demostraron una vez más que son una de las bandas más fiables en lo que a country se refiere. Conocen el código y lo ponen en práctica como el alumno aventajado que conoce el manual de pe a pa. Tal vez por eso siempre me acabo quedando algo frío al presenciar sus conciertos. No discuto que sean una grandísima banda; no discuto que funcionen como un reloj como buenos suizos que son, pero son tan eficaces que no me llegan a emocionar del todo. Como si su objetivo fuese más cumplir y dar un buen bolo que emocionar al personal. Aunque entiendo que después de tantas giras y carreteras, no se puede exigir (o sí?) que parezca que cada concierto sea el último.

Y es que, precisamente, esa es la sensación que tuve desde el primer momento en que los Left Lane Cruiser saltaron al escenario. Tres tipos que venían a abrise en canal. Así pasó que desbordaron al público con su atractiva propuesta llamada una y otra vez por ellos “White trash blues”. No se pude decir mejor. Estamos hablando de un blues del Mississippi convenientemente electrificado y acelerado que suena sucio y potente como cualquier mierda que te emborrache con dos chupitos. Lo consiguieron. Sencillamente, se metieron La Boite en el bolsillo.

“Slingshot” es el último trabajo de una banda que mantiene una discografía muy notable. Huelga decir que su disco junto al Reverendo James Leg (de Black Diamond Heavies) será convenientemente recordado por las generaciones venideras, o eso espero. Riff tras riff, el termómetro blusero iba desde canciones más pesadas a auténticos cañonazos que parecían caras-b de Rage Against The Machine. Versión de “Black Betty” incluída, la cosa fue desbarrando más y más hasta que se produjo el momento de la noche.

Joe Bent, actual bajista de la banda liderada por Freddie J IV, se sacó de la manga una tabla de skate en la cual había incorporadas dos cuerdas. Sí, amigos, ése era su slide guitar. Ya nadie podía parar a los de Fort Wayne, que a modo de tractores asesinos iban aplastando bluses como si no hubiese mañana. Entrega máxima y feeling absoluto entre banda y público.

Es muy difícil no querer ser partícipe del rodeo eléctrico que proponen estos tres americanos con pinta de expresidiarios ya que son pocas las bandas que te hacen menear la cabecita y la caderita al mismo tiempo. Y así, entre personajes mellados, tatuajes imposibles y mucha cerveza acabó lo que yo vi. Ahora vuelvo a imaginar…

…E imagino a la banda llegando a Gran Vía con sus bártulos y con un cartón de madera que reclama la atención de los conductores. Imagino un coche parando, un Seat Córdoba, por ejemplo. Justo cuando van a subir observan que detrás viene un camión de ganado, lleno de paja, de mierda, de cerdos. Left Lane Cruiser ponen su mejor sonrisa y agradecen al conductor la parada, pero deciden ir en el camión de detrás. Al llegar a la parte trasera, los cerdos, expectantes, parecen esperar atentos el saludo de un hermano.

Y, efectivamente, se escucha un:

– Hello again, y´all

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