SAINT VITUS + ORANGE GOBLIN

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Tócalo más lento, por favor

Bonita forma de pasar un domingo. Misa negra sónica con dos exponentes del mejor metal (pasado y presente), cada uno en su vertiente particular: la revisión de los clásicos por parte de Orange Goblin y los inicios del doom de la mano de Saint Vitus.

Pese a que para muchos debían ser los cabezas del cartel, quizás por su mayor tirón mediático y de ventas, los ingleses Orange Goblin abrieron fuego sin piedad,  un tractor directo al infierno  sin concesiones. Puro metal y rock con sus gotas de Sabbath, su pesadez y contundencia, su speed a lo Motorhead, sus riffs rompepistas, todo bien conjuntado y presentado.  Difícil que dejasen a alguien indiferente. Y eso que su enorme cantante (en todos los sentidos porque tiene que medir unos dos metros), Ben Ward, arrastraba problemas en la garganta, quizás el Day of doom de Barcelona pagaba factura, pero supo adecuar el tono y el concierto de una hora de la banda apenas se resintió. Presentaron temas de su octavo disco de estudio recién publicado, “Back form the abyss”, como “Sabbath Hex” o “The Devil’s Whip”, junto a perlas de su carrera como la rabiosa “The Filthy & the Few”,  “Quincy the Pigboy”o “Red tide rising”. Esperemos verles pronto  desplegando todo su repertorio en salas porque siguen apuntando alto.

Sería mentir si dijera que soy un experto en la carrera de los californianos Saint Vitus (nombre sacado de un tema de Black Sabbath, “St. Vitus dance”,  del disco Vol. 4),  considerados los padres del doom junto a Pentagram, que también les pudimos ver en la misma sala hace un año, o Trouble.  Con una legión de fans considerable que les arroparon desde el comienzo de la actuación, moviendo la cabeza de arriba a abajo y viceversa, la banda mantiene a dos de sus miembros originales, Mark Adams al bajo y el alocado  Dave Chandler a las guitarras, mas  el cantante Scott «Wino» Weinrich que se unió en 1986, y el batería Henry Vasquez, un auténtico pulpo, desde 2010.

Saint Vitus celebraban su  35º aniversario y para ello tocaron entero  uno de los discos emblemáticos del género doom, “Born too late” de 1986, aunque   interpretaron los temas de manera desordenada respecto al disco, junto con temas más recientes como “Blessed night”, “Let Them Fall” o el cierre con la clásica “Saint Vitus”.  Riffs machacones con el bajo marcando el paso, sonido grave, denso y  pesado, con los típicos solos de guitarra de Chandler descacharrados (incluso con la boca), saturados por el wah-wah, pero muy efectivos. Curiosa la actitud durante el concierto del cantante  Wino, que podía pasar de la amabilidad más exquisita (repartiendo cerveza) al mal rollo en cero coma sin cambiar el rictus de la cara. Eso sí, ni un pero a su comportamiento con la garganta que aún la mantiene en muy buen estado.

Efectivos con su sello doom por bandera,  todos tan contentos a casa al grito de ¡MÁS LENTO! ¿Para qué la velocidad?

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