KEPA JUNKERA + SORGINAK

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Historia de la trikitixa

La trikitixa es un pequeño tipo de acordeón que se toca en el País Vasco desde hace no demasiado tiempo, unos 150 años. También se la conocía por el nombre de “fuelle del infierno” porque incitaba al baile entre los jóvenes, y por ello fue motivo de persecución por los curas hasta no hace tanto tiempo. Con este acordeón diatónico Kepa Junkera, casi ya cincuentenario y treinta y cinco años de músico, lleva aprendiendo música, en casa cuando era pequeño, de forma autodidacta, y siempre ha sabido evolucionar desde la música tradicional hasta la modernidad. También ha buscado la colaboración de otros músicos de lugares muy diversos, precisamente buscando la fusión con otras músicas.

Kepa Junkera_05En esta ocasión Kepa Junkera llegaba con cuatro de las siete Sorginak (brujas) para mostrar su último trabajo, editado en formato de libro y cd, “Una pequeña historia de la trikitixa”. Es la segunda vez que edita de este modo porque su anterior trabajo “Galiza” de 2013, tributo a la tierra gallega, también estaba hecho así. Así que Kepa ha creado este grupo de jovencísimas chicas, que le acompañan a las panderetas y cantando. El resultado es estupendo. No hay más que dejarse llevar por estos ritmos y la alegría llena el ambiente. Canciones como “Sorginak Infernuko Hauspotik Irtetzen”, con la que se abre este disco y se ha hecho un vídeo muy hermoso rodado en Urdaibai, son la mejor prueba de la alegría de esta música popular vasca.

Kepa nos recuerda la importancia de la música tradicional y lo importante que es cuidarla y difundirla, pero sin la obligación de quedarse anclado al pasado, que también se pueden hacer cosas nuevas. De hecho, él es prolífico creador, y muy inquieto.

Lo cierto es que Kepa no paró de charlar con el público. Presentó casi todas las canciones, y con gusto las explicaba y contaba anécdotas. Dio la voz también a las chicas, y todo el tiempo estuvo bromista, que no chistoso. El de Rekalde también tuvo un recuerdo para su aitite (abuelo materno) Román Urraza, del que tanto aprendió cuando niño, y nos enseñó la panderta que él utilizaba, rota que estaba cuando se la dieron y así seguía, con la que se había impreso una camiseta, pero es que incluso la hizo sonar. Bueno, lo de las panderetas fue de menos a más porque empezó a sacar panderetas cada una más grande que la anterior con la tontería esa de que él es de Bilbao y ya se sabe cómo son los de Bilbao.

Las sorginak ya he comentado que se encargaron de cantar, de las panderetas y otras percusiones, y también se arrancaron en algunos bailes sueltos. Música de romerías y pasacalles, donde también hubo sitio para valses y purrusaldas (baile de puerros), y también para las improvisaciones con el público. La verdad, es que más que un concierto al uso, la noche fue en buena parte como clase magistral de música. Más de dos horas de concierto y no creo que nadie dejara de disfrutar un momento.

Y justo cuando había terminado el concierto e iba a empezar el turno de los bises, de entre el público sonó un acordeón. El propio Kepa estaba sorprendido y no lo ubicaba bien. Las luces de la sala se encendieron y un hombre puesto en pie tocaba tímidamente un acordeón. Kepa le hizo subir al escenario, le dio permiso para tocar, bromeó con la de los pajaritos y luego juntos tocaron todos. Me imagino que el hombre se dio un gustazo. Yo, por mi parte, nunca había visto a un espontáneo en un concierto.

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