TOTO – XIV

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Otro finísimo trabajo de una superbanda

Como su título indica, estamos ante el decimocuarto álbum de estudio de la franquicia Toto (decimotercero si no contamos la banda sonora de Dune), insigne banda de, digamos, AOR, que puede fardar de ser una de las marcas que más discos ha vendido jamás en cualquier estilo, gracias sobre todo a una calidad musical y de producción del más alto nivel.

No en vano este manojo de piropos, desde su irrupción en el mercado musical masivo en 1977 con su insuperable álbum de debut, los diferentes miembros de la formación de entonces han sido considerados auténticos maestros cuya colaboración en diferentes proyectos se rifaba al mejor postor.

De aquella maravilla quedan el guitar hero Steve Lukather, los teclistas David Paich y Steve Porcaro, y el bajista David Hungate (que volvió a la banda tras el abandono por enfermedad de Mike Porcaro, que le sustituyó en 1982) con lo que el sonido personal de la banda está plenamente garantizado. Completan la formación la batería de Keith Carlock, última incorporación en sustitución de Simon Phillips, el superclase que sustituyó a Jeff Porcaro -esto es un negocio familiar- tras la muerte de éste en 1992, y la voz de Joseph Williams, que canta e-xac-ta-men-te igual que el insigne Bobby Kimball, al que sustituyó definitivamente tras el hiato de la banda en 2008.

O sea, que treinta y siete años después, Toto suena exactamente a Toto, y quizá más que nunca antes, desde los primeros cuatro discos (que son los buenos, no lo olviden). No hace falta añadir una lista larguísima de colaboraciones que enriquecen el sonido global del invento este, desde coros hasta percusiones, pasando por vientos y todo tipo de cosas.
Los once temas que componen este álbum van de más a menos, pudiendo destacar la primera mitad del disco como lo mejor, y de ello los primeros tres temas: Running out of time, Burn y Holy war, este último una auténtica obra maestra de verdad.

Tras 21st century blues, más sosillo, ponen la máquina en marcha de nuevo con Orphan y Unknown soldier (for Jeffrey), homenaje -digo yo- a Jeff Porcaro.

A partir de aquí el asunto es más anodino, siempre correctísimo pero menos brillante, aunque vale la pena escucharlo todo porque es un auténtico manual de cómo hay que producir un disco para que se oiga como Dios manda. Porque Dios existe, ¿o es que no has leído el BOE?

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