CRUDO PIMENTO

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Sonoridades indefinibles e inexplicables
Texto y fotos: Javi G. Espinosa
17 Octubre 2019, Sala 0 (Madrid)

No importa que hayáis podido llegar hasta la Puerta de Tannhäuser, o incluso más allá. Da igual todo lo que digáis que habéis visto. Si no habéis estado en un concierto de Crudo Pimento, no podéis decir que lo habéis visto todo. Su reino no es de este mundo. Probablemente no sean de este planeta, ni siquiera de esta galaxia – a pesar de que digan que vienen de Murcia. Quizás no sepas aún quiénes son, quizás hayas oído hablar de ellos, incluso puede que les hayas escuchado. Si es así, seguro que no te han dejado indiferente. Pero no es lo mismo escucharles que verles, y sentirles. En vivo y en crudo.

Son absolutamente inclasificables, así que absténganse los amantes de las etiquetas. Porque ¿cómo podríamos llamar a lo que hace esta gente? Pues depende del momento, podríamos inventar absurdas definiciones que siempre se quedarían cortas al intentar acotar su universo. ¿Arábigo-noise? ¿Quejío postindustrial? ¿Copla power-punk? ¿Skizo-reggae? ¿Kraut-balada cavernosa? Así podríamos seguir y siempre nos quedaríamos a medias, y además ya iríamos por detrás de lo que está sonando en cada momento.
Impensables e indefinibles instrumentos de fabricación artesana (usando latas de pimentón, por ejemplo) se mezclan con samplers, ordenadores y otros cacharros y se juntan con guitarras apocalípticas en un delirio desenfrenado (o tal vez sea más bien un delirante desenfreno, todo puede ser) que te traspasa el cuerpo y te atormenta el alma.

Comienzo del espectáculo: un inquietante tipo calvo con traje (el fantástico actor Alberto Tiérrez) se sienta al borde del escenario bajo un potente foco, mirando al frente sin mediar palabra. Unos minutos después los músicos salen a escena, a sus espaldas, y al cabo de un rato el susodicho tipo saca de su chaqueta un intrigante plátano, que finalmente pela con total parsimonia y, con toda la calma del mundo, se lo come al son de la tormenta sónica que ya se ha desatado tras él. Nada tan glorioso se había visto desde Tony Leblanc y su famosa manzana.

A partir de ahí, cualquier cosa era posible. Igual aparece un invitado a echarse un cante y aquello parece el Omega de Morente y los Lagartija sonando en el medio de una violenta tormenta, que se aprovecha la rotura de una cuerda para explorar nuevas texturas sonoras mientras se cambia sin interrumpir la canción. Y si, después de un guiño al viejo Frankie, el concierto se remata cantando a un caracol (con toda su baba, por supuesto) sobre las impactantes imágenes del desastre natural que está sucediendo en estos mismos días en el Mar Menor, la apuesta es muy difícil – si no imposible – de superar.

Como se ve, nada fácil intentar contar lo que ocurre cuando Crudo Pimento se suben a un escenario, porque lo suyo no es que te lo cuenten: es ir y verlo con tus propios ojos, y aún así puede que te cueste creerlo.

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