STORMY MONDAYS – Nebraska

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La difícil tarea de revisar un álbum mítico

Redactor: Javi G. Espinosa

Compañía: Electric Satellite Records

Hacer una revisión de un disco tan emblemático como el «Nebraska» de Bruce Springsteen puede parecer un riesgo innecesario, incluso una osadía por parte de quien afronta semejante reto – que, todo hay que decirlo, tampoco está al alcance de cualquiera. Pero a veces el cuerpo te pide hacer ciertas cosas, y te lanzas a la piscina. Stormy Mondays se han aventurado a imaginar cómo podría haber sido ese mítico álbum de haberse llegado a grabar en formato eléctrico – cosa que el propio Bruce trató de hacer, antes de desistir y publicarlo finalmente como lo conocemos, en esa primitiva versión acústica que ha pasado ya a la historia. Y lo han grabado según les ha parecido ahora a ellos que podría haber sido entonces, sin tomar en cuenta las múltiples versiones posteriores que se han hecho de estas canciones.

Es significativo que ya desde la portada, aunque queda claro el respeto con que se ha llevado a cabo todo el proyecto, se hagan cambios esenciales, como es sustituir el fondo negro original tras el nombre del intérprete y el título del disco por un blanco que anuncia una visión más luminosa de las canciones, cambiando también la foto con una carretera negra y recta hacia un horizonte plano y oscuro por otra con un camino más claro y ondulante donde se ven desniveles y vegetación que indican una mayor variedad en el paisaje sonoro que nos vamos a encontrar dentro.

La sobria y hasta áspera intimidad del tema original que abre y titula el álbum se convierte aquí en una canción bastante sobria también pero más cálida y acogedora, con esos arreglos que le dan un aire más country, incluso con ciertos ecos celtas. Los instrumentos eléctricos asoman tímidamente aún, pero hay una riqueza instrumental que alegra la canción, y consiguen una lectura que habría podido firmar el mismo Springsteen cuando montó The Seeger Sessions Band.

“Atlantic City” suena desde el principio más luminosa y brillante, con un sonido que puede llegar a recordar a bandas como The Waterboys, con esa intensidad contenida ya presente en el original y que se va soltando según avanza la canción, ayudada por esa mayor presencia de los instrumentos eléctricos, pero también del piano y la batería. Y es que las percusiones, ausentes en la obra original, marcan en este disco una diferencia tan importante como las guitarras enchufadas, si no mayor.

“Mansion on the Hill” se mantiene sosegada, con una instrumentación escueta que mantiene el tono íntimo aunque con algo más de alegría y color que la versión original, aportada por los teclados y los vientos de fondo, y por unas brillantes guitarras. La cosa se anima de nuevo con “Johnny 99”, cuyo ritmo se acelera ligeramente y se reviste de un envoltorio al más puro estilo rockabilly, con la armónica poniendo el contrapunto al protagonismo de las guitarras y los teclados.

Vuelta a la calma con “Highway Patrolman”, donde la presencia del slide domina el horizonte del tema, en el que también tiene importancia el piano, dentro de un paisaje instrumental limpio y básico con una batería casi testimonial. El elegante y oscuro patrón rítmico de “State Troopers” se vuelve en cambio más rockero y más urgente, aunque conserva ese tono de misterio, alargándose en un interesante final instrumental cuando ya parece que va a acabar.

“Used Cars” es otra de las canciones que cambia el enfoque desde el comienzo, con un ritmo más vivo y un sonido más festivo, entre el country y el bluegrass, que le da un espíritu totalmente diferente al original. “Open All Night” es la única canción del álbum en que Bruce llegó a meter una guitarra enchufada, y su ritmo ya de por si animado se hace aquí aún más marcado, con una percusión firme y decidida sobre la que van sonando unos brillantes  teclados y unas guitarras inquietas a las que se acaba sumando la sección de vientos, en la que seguramente sea la pieza más vital, tanto de la obra original como de esta revisión.

En “My father’s House” tampoco se alejan demasiado del tempo que tenía la canción, aunque sí la hacen ganar en intensidad con una sonoridad casi de big band, y con una interpretación vocal que sube de golpe el tono en la última estrofa, clamando con una fuerza que llega a emocionar. Y para “Reason To Believe” tratan de buscar esa esperanzadora razón para creer dándole un poco más de brillo, a ritmo de honky tonk, con un movimiento sincopado y unas guitarras especialmente alegres, a las que suman unas buenas armonías vocales para redondear el conjunto.

Dentro del panorama general de desolación que preside las historias de estas canciones, Stormy Mondays añaden una propina como cierre: “This Hard Land”, un descarte de las sesiones de grabación de “Born in the USA”, recuperada en el “Greatest Hits” de 1995 del Boss, que pone un punto de esperanza en tiempos duros. El tratamiento se aproxima más al que le da el propio Springsteen en la versión que vio la luz en ese recopilatorio, llevada luego al directo por el Boss con su banda (aunque también haya hecho lecturas acústicas en solitario de este tema). Una buena manera de rematar este trabajo, añadiendo ese apéndice como toque distintivo y personal a su visión de una obra que seguirá siendo referente para futuras generaciones de músicos y oyentes.

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