THE BRIAN JONESTOWN MASSACRE
Madrid, La Riviera 14 mayo 2025
Fotos: Chema Perez
Texto: Javi G. Espinosa
Una vez más nos visitaban The Brian Jonestown Massacre, la banda de Anton Newcombe, que lleva más de treinta años explorando los terrenos del rock y la psicodelia, desarrollando un sonido hipnótico y un estilo muy personal. La última vez se presentaron en una sala de aforo medio como es La Paqui, pero esta vez la cita era en La Riviera, que se fue llenando rápidamente en los minutos previos al comienzo del espectáculo hasta estar casi abarrotada. El buen tiempo animaba a apurar el sol del atardecer en las terrazas y los bares cercanos antes de entrar al concierto, y hasta el mismo Anton estaba por allí disfrutando del animado ambiente previo entre la concurrencia, con una curiosa camiseta negra en la que se leía «gracias drogas» (sic).


Una vez dentro y con la sala prácticamente llena, aparecieron en escena los músicos con bastante puntualidad. Siete tíos con gafas de sol, al fondo bajo, batería y un teclista-guitarrista, y en primera línea tres guitarristas más el panderetista, con Anton al frente en una esquina y de perfil al publico. Desde el comienzo tomaron sus posiciones y marcaron el ritmo a seguir, unas veces con más contundencia y otras con más delicadeza, pero siempre hipnóticos y envolventes. Hay que decir que el sonido en esta ocasión fue fantástico, algo que no siempre sucede en esta sala, pero que es fundamental, especialmente para poder disfrutar con bandas que crean este tipo de atmósferas sonoras.



Entre complejos desarrollos melódicos y mantras eléctricos nos fueron haciendo viajar por territorios sonoros en los que a ratos daban ganas de quedarse a vivir. Era espectacular ver y oír como se combinaban y se superponían los instrumentos, con momentos en los que llegaban a sonar tres guitarras de doce cuerdas, más las diez de una cuarta y el bajo, sobre el latido de la batería y de la pandereta o las maracas, creando una magia tan brillante como efímera y placentera. Impasibles en sus marcas, salvo el continuo agitar de melenas de Ricky Maymi en un extremo del escenario y los breves paseos de Anton en el otro, que de vez en cuando se iba un rato a confesarse con el bajista dándonos la espalda.






En resumen, una velada estupenda disfrutando de los paisajes musicales por los que nos pasearon esta gran banda, siempre en constante cambio y evolución, mezclando esos sonidos de raíces con otros más contemporáneos pero igual de adictivos y embriagadores. Una audiencia entregada, especialmente en las primeras filas (donde se veía mucha gente foránea, especialmente nortemericanos, bien residentes o de paso en Madrid, que aprovecharon la ocasión), se dejó llevar y mecer por los sonidos que venían del escenario. Y como llegaron se despidieron, con el pipa de la banda sumándose a las percusiones para una despedida tan rítmica y disfrutable como el resto del concierto. Esperamos que en su próxima vuelta al viejo continente no olviden una nueva cita en Madrid, que aquí les esperamos.


