Nacho Vegas de un tiempo a esta parte se ha convertido en el Mark Lanegan español. Esto que significa? Que a su incontestable status de estrella del indie rock nacional con su carrera en solitario, se le suma su afan por diversificarse en proyectos de colaboracion (como el referido vocalista norteamericano) de diversa indole, como el que le emparento con Enrique Bumbury o el que el año pasado le unio con Christina Rosenvinge. Aqui aporta su voz y su guitarra a un proyecto comenzado por Xel Pereda con el afan de reivindicar el cancionero tradicional asturiano como una buena fuente de inspiracion para los grandes musicos que ha dado aquella tierra en los ultimos años. Resulta muy dificil ser aseptico y valorar el proyecto sin dejarse llevar por la figura de Vegas, pero para lo que, como un servidor, seguimos la carrera del musico desde sus tiempos en Manta Ray, su presencia le da al proyecto un empaque del que sin duda careceria de no haberse sumado a esta aventura. Romances, canciones de cuna, villancicos y cantares de ciego se entremezclan para formar un mosaico que suena tremendamente moderno, algo en lo que tienen igual parte de culpa tanto los mimbres (canciones y letras) como los interpretes (ademas de los citados Vegas y Pereda, les acompañan Manu Molina a la bateria, Luis Rodriguez al bajo y Chus Naves al organo y piano). Pereda pone voz a dos de las composiciones, Los fayeos de Mayo y Con tomillo y romero, corte que cierra el disco de manera sobresaliente, mientras que el resto de la responsabilidad vocal la carga sobre sus hombros Vegas, saliendo victorioso en la mayoria de envites, especialmente en la intensa El Sacauntos de Allariz y en las mas ligeras Como la flor o Nel campu nacen flores. Si a estos le unimos Moces a bailar, con unos coros impactantes, o Teresina, con su crudeza lirica, tenemos un coctel perfecto. Un disco que muestra que no solo en el sur de America se encuentran estandares musicales que se pueden adaptar a ritmos modernos. Se ponen este mes en la carretera, asi que el momento de disfrutar de esta bendita excentricidad.

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