JOHN FOGERTY + ROSENDO

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Dos maestros, dos referentes en plena vigencia

Un año más, y ya suman nueve ediciones, el festivalMúsicos en la Naturaleza” volvió a congregar en la sierra de Gredos a miles de personas procedentes de toda España en busca de pasar un buen rato al aire libre, escuchando música alejados de los escenarios habituales y, en definitiva, disfrutar de una jornada de diversión. En esta ocasión el reclamo principal era la presencia de John Fogerty, que ofrecía aquí su único concierto en nuestro país de esta gira. Y resultó efectivo, porque un rato antes de comenzar la velada se anunciaba que las 12.000 entradas se habían agotado (algo que hasta ahora sólo habían logrado Sting – en la primera edición – y Bob Dylan). Sin duda también ayudó que se anunciara como compañero de cartel – una elección inmejorable – a Rosendo, cuyo poder de convocatoria por si solo es indudable. Una combinación muy acertada, desde luego.

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Para rematar, unos días antes se incorporó a la nómina de artistas la segoviana Rebeca Jiménez, que salió puntual a escena acompañada por Mario Raya a la guitarra y Toni Jurado en la batería. Su cálida voz y sus personales canciones fueron entonando el ambiente y comenzaron a centrar la atención de los asistentes, que ya ocupaban buena parte del recinto. Tras ella, puntual también, hizo su aparición Rosendo, secundado como de costumbre por sus ya inseparables Rafa y Mariano. Dada la limitación de tiempo en esta ocasión especial, el maestro de Carabanchel (que anda celebrando sus 30 años de carrera en solitario) dio un repaso más rápido de lo habitual a los temas de su reciente “Vergüenza torera” (Warner, 2013) alternándolos con los clásicos de siempre, para disfrute de la afición. No se concibe un concierto de Rosendo sin “Masculino singular”, “Agradecido” o “Flojos de pantalón”, ni sin algún guiño al pasado – sería un pecado dejar de recuperar temas imperecederos como “Sorprendente” o “Maneras de vivir” (de hecho, frases como “No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí – otros, por menos, han muerto…” cobran con los años cada vez más sentido.

Pero para hablar de clásicos, vamos con el protagonista de la noche: John Fogerty, que sigue basando su éxito y su fama, principalmente, en el repertorio que compuso para Creedence Clearwater Revival. Habrá quien le acuse de no haber hecho grandes cosas desde que hace más de 40 años dejó de existir la banda, pero hay que admitir que su legado es tan brillante y duradero que no es fácil de superar – ni siquiera de igualar, y que es un lujo que aún lo siga defendiendo en vivo a sus 69 años con el entusiasmo y la energía que lo hace. Apoyado por la solvencia de una excelente banda, a la que da espacio para lucirse a lo largo del concierto, Fogerty sigue mostrándose no sólo como un compositor brillante con una voz muy personal, sino también como el gran guitarrista que siempre ha sido, pero además no paró de moverse por el escenario, saltando y gesticulando en cada riff y cada solo, desde el despegue con “Travellin’ Band” hasta despedirse con la colosal “Proud Mary”. Y entre medias, pues todo un rosario de melodías familiares y reconocibles para todo buen aficionado al rock en particular y a la música en general: “Bad Moon Rising”, “Down on the corner”, “Midnight Special”, “Green River”, “Keep on chooglin’”, “Up around the bend”, “Have you ever seen the rain?”, “Suzie Q”, “Fortunate Son”, “Rockin’ All Over the World”…

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John puso empeño en hacer que también el público fuese partícipe invitándonos a cantar en repetidas ocasiones, y muchas canciones sonaron más veloces que en sus versiones originales, encadenando unas con otras en un carrusel a ritmo de vértigo, aunque también hubo tiempo para disfrutar más relajadamente con largas interpretaciones de temas menos populares, como la preciosa “Long as I See the Light” (una de las joyas ocultas de la Creedence) o uno de sus más recientes éxitos en solitario, “Mystic Highway”. El final fue digno de cualquier gran concierto de estadio, con la agradable diferencia de estar al aire libre, en plena sierra, entre pinos en lugar de verse rodeado y casi prisionero entre frías gradas y muros de hormigón. Inmejorable marco para un fantástico espectáculo de rock and roll del bueno, del de toda la vida, a cargo de dos viejos y grandes maestros que siguen, año tras año y década tras década, encandilando a multitudes de varias generaciones desde los escenarios con la honestidad y la universalidad de su música por bandera. Y que sigan así por mucho tiempo.

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