Sonido Malasaña: SANTIAGO AUSERÓN

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Una velada singular entre el recital y la clase magistral

Pues ha resultado todo un éxito el ciclo Sonido Malasaña: cuatro semanas de conciertos, charlas y otros actos, que se han saldado con una notable asistencia de público – casi todos los eventos agotaron las entradas con bastante antelación – y que han supuesto, además de un merecido homenaje al barrio, a sus músicas y a sus músicos, una iniciativa refrescante y original que ha permitido disfrutar de algunos artistas en un formato poco habitual.

Era el caso del concierto que cerraba esta primera edición del ciclo (que esperemos tenga continuidad), para el que volaron las entradas que permitían ver a Santiago Auserón solo y en la cercanía, algo que desgraciadamente no es muy fácil ni muy frecuente.

Sigue Santiago presentando las canciones de su último disco a nombre de Juan Perro, «El viaje» (2016), grabado precisamente en este mismo formato acústico y sin más acompañamiento que el de su guitarra, y esa fue la base del repertorio aunque se añadieron temas de otro tiempo y otros discos, empezando por la en este caso imprescindible «Malasaña» (no podía faltar este tema en este ciclo, claro) que abrió el recital, y acabando con «La estatua del jardín botánico» que cerró la velada, único recuerdo a su etapa con Radio Futura.

Dado lo especial de la ocasión, más que un concierto al uso pudimos disfrutar de un encuentro con este genial músico que acumula cuatro décadas de carrera y que se mostró cercano y accesible, dispuesto a cantarnos y a contarnos esas historias que dan forma a su cancionero, abierto a los comentarios o las preguntas que el público quisiese hacerle, abriendo el escenario hacia el auditorio para que la comunicación fluyese en ambos sentidos.

Jovial y encantador, mostrándose como el formidable narrador y fabulador que es, este «negro de la ribera del Ebro» (como él mismo llegó a definirse en un momento de la actuación) nos fue metiendo en su universo desvelando los orígenes de algunos temas, fantaseando y novelando sobre otros, con la risueña maestría del curtido trovador que ha llegado a ser. Ilustrativas introducciones que llegaban a ser más largas que las propias canciones y que, lejos de retrasar el ritmo de la velada la fueron haciendo más amena e interesante.

Tanto se iba alargando la cosa que en la segunda mitad del concierto el propio Santiago fue abreviando y centrándose en las canciones para que le diese tiempo a tocar todas las previstas antes de consumir el tiempo concedido, siempre limitado. Las dos horas se pasaron volando, señal inequívoca de lo agradable que fue esta singular velada con el maestro Auserón.

 

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