LAPIDO

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Emocionante liturgia eléctrica
Sala Changó, Madrid 19 Mayo 2023
Texto y fotos: Javi G. Espinosa

Volvía el maestro Lapido a Madrid con su banda para presentar su nuevo álbum en solitario, «A primera sangre», después de mucho tiempo sin tocar su repertorio al margen de 091 (a los que sí hemos podido ver en directo en la capital en el transcurso de estos años). Por motivos ajenos a la banda, el concierto cambió de sala después de anunciarse la gira, pasando de la céntrica Cool (cerrada temporalmente) a la no muy lejana Changó, cosa que no tuvo mayor trascendencia para los seguidores del artista granaíno, que le siguen sin vacilar allá donde sean convocados.

La liturgia eléctrica, pagana y desenfadada, se desarrolló según los cánones – o sea, al ritmo que quisiera ir marcando el oficiante. Un repertorio generoso, sorprendente y muy cuidado, anunciaba una noche de máxima expectación, habida cuenta de la larga espera desde la última vez que nos vimos en semejante trance. Recibimiento de gala para la banda, y por supuesto también para José Ignacio, muy cercano y agradecido con su gente pero con esa sonrisa casi burlona y ese punto de misterio que da ser el que está ahí arriba, y saber que tienes la sartén por el mango.

No es el público de Lapido de los que se conforman con cualquier cosa, porque saben de sobra que un concierto de Lapido no es cualquier cosa. Es siempre algo muy especial, por el aprecio y el respeto mutuo entre el artista y sus fieles, y porque sabemos que él siempre va a ser el más exigente consigo mismo para a estar a la altura de lo que quiere ofrecernos, que siempre es lo mejor que puedan dar él y su banda. Y en esta ocasión tuvo a bien hacernos un recorrido más que cumplido por toda su discografía, con ganas de sorprender y agradar, a la vez que nos iba presentando casi todo su reciente disco. Y sonando todo como si fueran canciones de toda la vida, de las que ya no sabes muy bien cuál es más antigua que la otra, porque todas son ya canciones de siempre.

Poco importó que se le soltase la correa de la guitarra y se le fuese al suelo, esa vieja SG tiene alma pero seguro que no le dolió el golpe, más bien yo creo que, como nos pasó a los demás, se llevó el susto pero se echó unas risas al ver que no había pasado nada. Y es que ni por esas hubo un pero que poner al sonido de la guitarra del maestro (ni tampoco cuando cogió la acústica), ni podemos tener queja alguna tampoco de cómo sonó la otra guitarra, la de Víctor, siempre sonriente y cómplice, ni del bajo del voluntarioso Jacinto, concentrado siempre en que no pare la máquina, lo mismo que Popi a la batería, pura constancia sin perder la soltura, y esa magia de Raúl en los teclados, que a veces flota y a veces vuela cabalgando sobre ellos. Una maravillosa orquesta de rock que es ya una familia.

Antes de acabar, después de haberse despedido un par de veces, nos sorprendieron con una versión casi a capella de «Escalera de incendios», con Raúl a los teclados y el resto sólo a las voces, precioso detalle que fue el preludio de la despedida final y real, después de dos horas largas de melodías impagables y letras imperecederas que nos devolvieron al maestro Lapido en un momento de gracia, en lo que probablemente haya sido uno de los mejores conciertos que haya dado aquí en toda su carrera en solitario. Agradecidos, y emocionados.

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