Texto: Javi G. Espinosa

Fotos: Nacho García González

Lapido acaba de publicar nuevo disco, “A primera sangre” (Pentatonia Records, 2023), y anuncia los primeros conciertos de presentación, que serán entre abril y mayo. Un estupendo motivo para encontrarnos con él en una céntrica cafetería madrileña y que nos contase un poco más sobre todo ello y sobre su carrera en general, que ahora mantiene abiertos dos frentes paralelos, en solitario y con 091.

El resultado fue esta apasionante conversación en la que fueron surgiendo, como en algunas de sus canciones, personajes a los que quizá no esperábamos, pero cuya aparición iba siendo de lo más natural, desde Mozart y Big Mama Thornton hasta Charles Manson, Shakespeare o Ulises, pasando por los presocráticos, entre otros muchos. Pasen y lean.

Casi veinticinco años desde tu primer disco en solitario, y con este ya van nueve. ¿Qué crees que has perdido y has ganado en el camino?

La verdad es que se dice pronto: el año que viene hace ya veinticinco años. Y realmente, la percepción del tiempo es muy curiosa, porque lo tengo tan reciente en mi cabeza, cuando estaba grabando mi primer disco, que parece mentira que haya pasado tanto tiempo. Por eso mismo quizá no he hecho inventario de lo perdido y lo ganado.

Imagino que he perdido los miedos iniciales que tenía cuando me enfrenté a esta nueva etapa de mi carrera. Yo venía de estar catorce años en una banda siendo el guitarrista, y cuando empecé esta nueva etapa en el 99 me tuve que poner en el centro del escenario, y eso es un gran cambio. Además de técnico y musical, es un cambio psicológico, de estar en un lado a ser el centro de todas las miradas. Y al principio tenía cierta prevención, claro. Es normal, en cualquier cosa nueva que vas a experimentar llevas un poco de miedo, pero son miedos que vas superando, según se van sucediendo los conciertos y los discos. Vas asumiendo tu nuevo papel de cantante, para eso sirve la experiencia.

Eso es por una parte lo que he perdido, aunque supongo que habré perdido más cosas… (Risas) ¿Y qué he ganado? Pues lo primero que me viene a la mente es el afecto de mucha gente. Muchas veces no reparamos en eso, en que tenemos una profesión que le reporta felicidad a la gente, aunque no seamos conscientes de ello y no hagamos las canciones pensando en eso. Pero yo siempre que salgo a tocar o me presento en público, me encuentro con el respeto y el afecto de mucha gente.

El éxito no es sólo vender discos y entradas, está claro

Eso es. Hay gente que a lo mejor te sigue desde la época de los cero y siguen yendo a tus conciertos, y demuestran una fidelidad y un cariño que a veces impresiona. Porque nosotros a veces lo que cantamos son nuestros miedos, nuestras pesadumbres, y son trozos de tu vida, o de tu imaginación, que compartes con la gente, y a lo mejor no son experiencias o fabulaciones felices o agradables, por decirlo de alguna manera, y nos recreamos un poco en un lado más oscuro, pero eso se nos devuelve en forma de afecto, y eso lo anoto en el haber.

Por mucho que sean temas personales, todos somos humanos y hay gente que se va a identificar con eso mismo…

El Requiem de Mozart no es una pieza alegre, pero es bello, y la belleza conmueve. O, por ejemplo, si ves en el Museo del Prado una crucifixión o el martirio de un santo, no es algo precisamente alegre, se trata de un cuadro sobre el sufrimiento de alguien, pero estás viendo algo que te emociona, que te conmueve.

Después de tanto tiempo de carrera, en estas últimas canciones hasta se pueden encontrar referencias a composiciones tuyas anteriores, como en «Curados de espanto», la que abre el álbum, con ese brindis por la ingenuidad de aquel que imaginaba tormentas. ¿Podríamos decir que has llegado a convertirte en un referente para ti mismo?

(Risas) En esta canción se habla de un tema que no suele tocarse en la música pop, que es el tema de la muerte. En el folk y en el blues sí se suele tocar ese tema. Y aquí hablo, en primera persona del plural, de gente que va a enfrentarse a su último momento, pero en vez de tomárselo como un drama, como una tragedia, lo ve como motivo de celebración de lo vivido, de los buenos momentos que ha pasado. Cada estribillo es una lista de brindis por distintas cosas, donde se mezcla el surrealismo, las referencias mitológicas y mi propio pasado, que está también ahí reflejado.

La aportación de Raúl Bernal en los teclados cobra mucha importancia en este disco, y también como arreglista y productor ha ido creciendo su influencia desde que empezó a acompañarte hace ya tiempo, hasta haceros casi inseparables, artísticamente hablando. ¿Qué dirías que ha aportado a tu sonido y a tu personalidad musical?

Como hemos dicho al principio, el tiempo pasa que no te das ni cuenta: con Raúl empezamos a tocar juntos en 2005, hace ya una barbaridad de años… Él es de Murcia y se mudó de ciudad para tocar conmigo. Nos conocemos perfectamente, y a la hora de elegir productor vi que no iba a tener ningún problema con él. Porque a veces puede pasar que eliges un productor porque te gustan discos que ha hecho, pero luego en el plano personal el trato es complicado, y en los pocos días que estás en el estudio no hay tiempo suficiente para entenderse. Y en ese aspecto con Raúl no va a haber ningún problema, sino todo lo contario. Es compositor también, sabe cómo se hace una canción, sabe manejarse en ese territorio y eso me ayuda también a ver con distintas perspectivas mis canciones, aportando ideas en los arreglos y cosas así. Y tiene la capacidad para hacer de director de orquesta, que básicamente es el papel del productor: organizar a los músicos que intervienen en la grabación para que todo fluya, todo suene, cada instrumento tenga su espacio.

El resultado es que ha conseguido una gran producción, y sobre todo algo importante, que hablamos antes de entrar al estudio: ambos queríamos que en la grabación hubiera aire. Que el silencio formara parte también de las canciones. Cuando hay huecos y silencios se perciben mejor los sonidos. Muchas veces en nuestra vida tenemos horror vacui, miedo al vacío, intentamos llenarlo con cualquier cosa…

Y muchas veces menos es más…

Exactamente. El aire entre los acordes y la melodía está bien que exista, que corra.

La influencia del blues siempre ha estado ahí (ya en los cero, y luego en solitario desde «Mi nombre es Sísifo» o «Piedras y palos»), y en este último trabajo se hace muy patente en algún tema también, como «Malos pensamientos». Alguna vez has pensado hacer un disco entero orientado a ese género, aunque fuese de forma puntual y paralela…

Sí, esto viene ya de antiguo. Yo cometí hace tiempo el error, por llamarlo de alguna manera, de anunciar que iba a hacer un disco monográfico de blues. El blues para mí es algo por lo que tengo especial querencia, y lo dije hace años: lo próximo que haga va a ser un disco de blues; pero ha pasado el tiempo y no he cumplido mi anuncio (risas). Aunque no he dejado de componer de vez en cuando canciones que entran en ese género. Esta canción podría entrar perfectamente en ese hipotético disco, porque se ajusta a los cánones clásicos, aunque ciertamente tiene alguna connotación más contemporánea. Yo tenía en mente el blues eléctrico de Chicago de los años 50 y 60, sobre todo la parte rítmica, que es muy importante en esta canción. Quería que no fueran los típicos ritmos cuadriculados que a partir de los años 80 se han estilado: cuatro por cuatro, bombo-caja… En los discos de los 50 y principios de los 60, los baterías, que muchos provenían del mundo del jazz, tienen un swing distinto, más libertad. Tienen una soltura que me gusta. Oyendo a Big Mama Thornton, a Otis Rush o gente así, te das cuenta que la base rítmica no es la típica de batería pesada. Se lo dije a Popi González, que es un excelente batería, y captó la idea al momento, y ha dotado a esta canción de esa ligereza, aunque tenga también un riff eléctrico más pesado, pero la ligereza del ritmo le da un contraste que resulta muy interesante.

Entre la pandemia y la vuelta de 091 también a los estudios de grabación, este disco tuyo se ha demorado un poco más de lo que venía siendo tu ritmo habitual como solista. ¿Ha sido su proceso natural o ha habido que dejarlo en espera por los otros compromisos? Porque está claro que la vuelta de 091 al principio parecía una anécdota, pero ahora hay que repartir las prioridades

Es una mezcla de todo. Yo hice el último disco en 2017, “El alma dormida”, y la gira pertinente en 2018, y ya me puse a trabajar con los cero, que decidimos volver al estudio para grabar un disco después de veinte años. Hicimos “La otra vida” (Warner, 2019) y cuando empezamos la gira llegó la pandemia. Se fue todo al garete, lo nuestro y lo de todo el mundo, cambiaron nuestras vidas durante un largo tiempo, y luego con las restricciones y todas sus consecuencias nefastas. Yo aproveché para componer, que es algo que no deja uno de hacer nunca, pero como no había conciertos ni nada tienes más tiempo para perfilar las cosas mejor, y lo aproveché para conseguir una colección nueva de canciones. Pero hasta que no he tenido la certidumbre de que esto iba a tener salida normal, y que no iba a haber una quinta o séptima ola de Covid, no merecía la pena sacarlas. Otros compañeros sacaron discos en ese tiempo y fue un desastre, y un disco cuesta mucho trabajo y mucho dinero hacerlo, como para desperdiciarlo así. En ese sentido sí se ha retrasado un poco, pero si haces la cuenta al final son tres discos en seis años.

Me decía un día Hendrik Röver, al preguntarle cómo elige qué canciones van para Los DelTonos y cuáles para sus otros proyectos, que son las propias canciones las que eligen su lugar, y que no suelen equivocarse. ¿Te pasa algo parecido cuando compones desde la vuelta de 091?

Totalmente de acuerdo. Yo me pongo a hacer una canción y no digo: esta va a ser para los cero, o para mí. No me pienso en quién la va a cantar, sino en que la canción sea buena. Que al final ese esfuerzo que hago de hilar acordes y palabras sirva para que la canción sea lo mejor posible. Me da igual quien la cante, incluso puede acabar siendo para otro artista. Premeditadamente no hago canciones para uno o para otro. Luego, si los cero vamos a grabar un disco, veo las canciones que tengo que están bien, y si hace falta se pueden adaptar los tonos, o se hacen los arreglos entre todos. José Antonio [cantante de 091] asume como propias mis letras y se siente muy identificado con lo que yo escribo, lleva años haciéndolo.

En el libro de Conversaciones con Arancha Moreno, cuando recordabas aquellos primeros tiempos ensayando en las cuevas, parecía que era algo tan lejano que hubiera ocurrido en otra vida. ¿Quién os iba a decir que 40 años después aquello continuaría?

Lo distinta que es la percepción de las cosas con la edad: nosotros nos separamos en el año 95, teníamos 33 o 34 años, pensábamos que nuestro tiempo había acabado ya. No es que fuéramos viejos, pero como que no teníamos ya nada que hacer. No fue esa la única razón por la que nos separamos, pero todo influía y esa percepción existía. Y no sólo nosotros, porque en esos años se separó un montón de gente: Radio Futura, Héroes del Silencio, Enemigos, Gabinete…

Y fíjate tú ahora, la cantidad de grupos indies que hay con gente de treintaytantos y cuarentaytantos años, y que algunos están medio empezando. Nosotros empezamos con 18 años. La percepción cambia mucho, yo ahora con 34 años sentiría que soy súper joven. Es como cuando estás en el colegio, que al que está en el curso inferior le ves como un niño y sólo tiene un año menos que tú.

Mira ahora, con 60 años sigo haciendo discos y presentándolos como si fuera el primero, son percepciones espacio-temporales. Desde aquellos tiempos de las cuevas, imagínate: cuando yo entré allí por primera vez, que apenas sabía tocar la guitarra. Ver a los grupos que había ya allí, tocar por primera vez con amplificadores y con guitarras eléctricas, aquello era ya… Y ni en el más remoto de mis pensamientos creí que aquello fuera a convertirse en mi profesión, y llegara a durar toda la vida.

Comentabas también en ese libro tu afición por el dibujo. ¿Nunca has pensado en usar algún dibujo tuyo como portada para alguno de tus discos? ¿O hay alguien te haya pedido un dibujo tuyo para ilustrar su disco o su libro?

(Risas). Cuando estaba en el instituto, iba por las tardes a la escuela de artes y oficios a dibujar. En familia siempre ha habido afición al dibujo y la pintura: mi abuela hacía acuarelas, mi padre dibujaba también, mi tío pintaba al óleo… Todos en plan aficionados, pero yo siempre he visto eso. Y a mí desde muy pequeño me gustaba dibujar, lo que pasa es que cuando iba a la escuela de artes y oficios me lo tomaba más en serio, pero luego ya lo dejé y no es algo que haya mantenido. Si me pusiera ahora retomaría la afición, pero tanto como para atreverme a hacer una portada… Para eso hay profesionales, y me fio más de un profesional con talento que de mí mismo en ese aspecto.

Hay artistas que lo han hecho: Dylan, recuerdo una portada suya, de un disco que se llama “Self Portrait”, y es un autorretrato suyo, que no me gusta nada (risas). Uno que sí pinta muy bien es Manolo García. Y Ronnie Wood, de los Rolling Stones, que también ha hecho exposiciones. Y hay más…

Igual que esa afición a dibujar desde la infancia, todas esas lecturas tan diversas que recuerdas también en el libro, desde esas edades tempranas, van creando un imaginario que nos marca de forma inconsciente para toda la vida, y nos influye después en casi todo lo que hacemos o creamos, ¿no?

Claro. Todos esos tebeos, las novelas gráficas, las revistas que había por entonces en todas las casas… Cosas muy diversas que se te van quedando. Todos los estímulos que has recibido a lo largo de tu vida los tienes ahí, y a veces te salen.

Tus letras son a veces oníricas, y a veces muy reales, pero casi siempre cercanas, con personajes y situaciones más reconocibles de lo que a primera vista podría parecer. Unas son como pequeños relatos con entidad propia al margen de la música, como cuentos o guiones para un corto, otras funcionarían por sí solas, simplemente como poesías

Es la eterna discusión, si las letras de las canciones son poesía o no. Depende de la letra de cada canción. Tampoco hay que darle tanto valor a la poesía escrita en detrimento de la poesía cantada. Yo creo que, aunque comparten elementos, son cosas muy distintas, sobre todo en su finalidad: un poema literario está hecho para ser leído, entonces la gente se impone su propia cadencia y su propio ritmo a la hora de leerlo. El poeta ya ha puesto la métrica, pero el ritmo lo pone cada lector. En cambio, las letras de las canciones se escriben para ser escuchadas, no leídas en papel, y el que las canta es quien impone su cadencia y su ritmo.

Son formas distintas de escribir. Cuando escribes la letra de una canción, esa letra tiene que ir embutida, por decirlo de alguna manera, en una melodía, en una métrica muy definida, en un ritmo y en una estructura que, básicamente, son unas estrofas, un estribillo, un puente y poco más. Entonces te obliga a una economía de medios literarios muy importante. La manera de enfrentarse a una y a otra son distintas. Es innegable que en las letras de las canciones se suelen usar tropos literarios, y eso por ejemplo sí se comparte, pero la forma en que te llega una y otra es distinta.

Hay canciones que las escuchas y son buenas, pero que pasadas al papel no resisten la prueba. Y eso no es malo, porque no están hechas para eso. Hay letras que al oírlas cantadas me gustan, pero luego ves que son rimas fáciles, todas consonantes, con la misma sílaba… Pero porque no estaban hechas para leerlas en papel. Aunque es innegable que en las letras siempre hay un contenido poético.

Alguna vez te habrán descubierto en ellas tus seguidores cosas en las que tú mismo no habías pensado al escribir esas letras, porque siempre puede haber segundas lecturas más allá de lo evidente

Muchas veces me ocurre que, cuando pasa el tiempo, hasta olvido el motivo primigenio de dónde vino una frase, porque luego has escrito otras muchas y no puedes recordar siempre en qué estabas pensando en el momento de escribirlas. Pero eso está bien, ese poder de sugerencia que tienen las letras, ese prisma que se abre a diversas interpretaciones, que no sea todo muy literal, y que haya posibilidad de distintos significados.

Porque cuando el compositor cree que termina una obra realmente no está terminada, el público luego la dará también su sentido, y eso también es bonito

Claro que sí, y pueden hacerlo con una interpretación distinta a la que le había dado yo. Son canciones abiertas, hasta cierto punto.

Con esto de las interpretaciones incluso habrá a quien se le haya ido la olla y te haya contado que ha encontrado un significado totalmente insospechado

(Risas) Hombre, a no ser que se te vaya la olla de verdad, como pasó con la historia de Charles Manson, que oía esos mensajes en las canciones de los Beatles, y que él interpretó que eran un llamamiento a la masacre… Cada uno es muy libre de interpretar las canciones como quiera, mientras no tenga un arma cerca (risas)

Lo abstracto y lo concreto, lo material y lo onírico, van casi siempre de la mano en tus canciones, entre paradojas e ironía. «Somos uno y lo contrario» se titula precisamente otro de los temas que ahora estrenas ¿Somos contradictorios por naturaleza o por necesidad?

Es como la vida misma: tienes un día muy malo y al siguiente puede ser el mejor de tu vida. Es un poco jugando con lo que decían los presocráticos: los opuestos son complementarios. Es un aserto filosófico ya desde los tiempos remotos. Son paradojas. “No hay verdades absolutas, tus certezas y mis dudas son lo único real”, dice la canción. Yo creo que la duda es muy sana. Cuando me encuentro a una persona muy segura de todo me hace, como mínimo, sospechar. La vida te enseña a dudar, aunque tengas ciertos principios o certezas vitales inamovibles, pero en la mayoría de las cosas es muy sano dudar, y confrontar tu opinión, que a veces puede estar prefijada, con otra distinta. Y hacer ese ejercicio intelectual de intentar comprender al contrario, al opuesto a ti, y ver qué parte de razón puede tener. No hay que fijar prejuicios. Luego en su fuero interno cada uno lo analiza y toma un camino u otro, pero como ejercicio preventivo está bien dudar de las cosas.

Y como decíamos, con el paso del tiempo cambia la percepción y puede cambiar tu opinión

Claro. Cuando pasa el tiempo, al cabo de los años puedes pensar ¿cómo me obcequé yo con esto?

A veces tendemos a pensar: qué facilidad tiene este tío para hacer canciones, pero porque las vemos ya terminadas, sin saber todo el trabajo que ha habido detrás. Habiendo contado ya tantas historias, ¿cuántas quedan aún por contar? ¿Cuantas más canciones has escrito menos te quedan ya por escribir, o puede ser justo al contrario, que a veces se te abran nuevos campos?

Se abren nuevos campos por obligación, pero la realidad es que el horizonte creativo se va agotando. Si nos fijamos en la historia de la literatura, la verdad es que los temas literarios han cambiado muy poco desde los inicios. Son los temas de la vida misma, las inquietudes vitales, los sentimientos, eso no ha cambiado. Ha cambiado lo accesorio, la tecnología, la forma de vida, pero los temas fundamentales son siempre los mismos: el amor, la soledad, la muerte, el paso del tiempo…

Eso está ahí, viéndolo desde distintas perspectivas, pero está en La Iliada, en La Biblia, en Shakespeare, en Calderón… Obviamente, en una obra de Calderón no van a salir los coches que pueden salir en una historia de Raymond Carver, pero eso es lo accesorio. Los sentimientos que tiene el tío que va en una nave espacial son los mismos que puede tener Ulises: van a pelear, o en busca del amor, o se sienten solos en el mundo.

Partiendo de eso, y volviendo a la pregunta, básicamente es la misma temática que, según pasa el tiempo, ves desde otras perspectivas. Y como creador, vas buscando meterte por caminos secundarios por donde no te has metido antes, para no repetirte.

Pues efectivamente, el tiempo pasa volando, y ya toca despedirse: ha sido un placer poder tener esta charla. Que vaya muy bien con el disco y la gira, y muchas gracias por tu tiempo y tu atención.

Nada, muy agradecido a vosotros. Nos vemos pronto en las presentaciones del disco.


Deseando disfrutar estas canciones en directo, y esperando que el maestro Lapido nos siga regalando muchos años sus peculiares y fascinantes relatos sonoros, con esas frases lapidarias (valga el chiste fácil) que son verdaderas lecciones de poesía, de filosofía y, en definitiva, de vida.

FECHAS GIRA ‘A PRIMERA SANGRE’

21 de abril   – MURCIA – Garage Beat

22 de abril   – SEVILLA – Custom

29 de abril   – GRANADA – Teatro CajaGranada

12 de mayo – CÓRDOBA – Sala Hangar

13 de mayo – MÁLAGA – La Cochera Cabaret

19 de mayo – MADRID – Sala Cool

20 de mayo – BILBAO – Kafé Antzokia

26 de mayo – VALENCIA – Loco Club

27 de mayo – ZARAGOZA – Casa del Loco

Entradas a la venta en https://www.joseignaciolapido.com/conciertos/

1 pensamiento sobre “Entrevista JOSE IGNACIO LAPIDO

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