SON EG: EL NIÑO DE ELCHE

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Revolución flamenca

Yo no entiendo nada. Más allá de un flamenco genérico, no sé de dónde parte la música de El Niño de Elche, desconozco casi todos los artistas que nombró como influencia y no he escuchado en mi vida semejante despliegue de gritos, grititos, aullidos, quejíos, lamentos, gemidos, chillidos y, en general, todo el campo semántico de lo que sería utilizar la garganta (y por extensión el cuerpo entero) como arma de creación masiva. Así pues, con varias escuchas de su disco a las espaldas y pocas referencias más, me encaminé el pasado jueves al concierto que el ilicitano ofreció en la sala Joy Eslava de Madrid como colofón a la gira Voces del Extremo.

Empezó solemne el valenciano, a media luz creciente, con  Canción del Levantado / Notificaciones y un público mudo y expectante, ganado de antemano y convencido de estar presenciando uno de los eventos musicales de la temporada. Un crescendo lumínico e interpretativo el de este primer tema que marcaría la pauta a seguir durante toda la noche: desde los registros más íntimos hasta explotar en temas como Que os follen o, ya en los bises, Oso Polar. Y entre medias más, mucho más.

Antes de la esperadísima intervención de Martirio (ya anunciada de antemano), ocupó las tablas el vasco Beñat Achiary, otras rara avis de la escena musical patria, al que solo el recuerdo de las sabias palabras de Morente impidieron que Francisco Contreras reconociera como maestro: ¨Aquí somos todos discípulos¨. Con la cantante de Huelva recuperó el extraordinario Informe para Costa Rica para, justo después, atreverse con Chavela Vargas. Las simples cosas cobró en la voz de María Isabel Quiñones una dimensión desconocida, personalmente creo que superior a las últimas interpretaciones de la mexicana. Memorable en cualquier caso.

Junto al flamenco revolucionado y revolucionario de El Niño de Elche se colaron también las propuestas más rockeras (krautrock, post-punk, puede leerse por ahí) en las que, quizás, se escuche más la mano de Daniel Alonso (componente de Pony Bravo y productor del disco). Miénteme o la ya citada Oso Polar fueron los dos mejores ejemplos.

Con T.S. Eliot y su Canción de amor de san Sebastian (que dedicó, con toda lógica, a los Toundra, presentes en la sala) se despidió un músico atípico que consiguió emocionar a muchos y sorprender a todos en su primer concierto en la sala madrileña.

No entiendo nada, confesaba al principio, y el desconocimiento es, en no pocas ocasiones, el origen del rechazo. Nada de esto, sin embargo, me produjo el directo de Francisco Contreras, que me dejó con ganas de más, de saber de dónde viene semejante locura, de averiguar dónde estaba yo mientras surgía todo esto. Extraordinario a rachas y sorprendente siempre, el valenciano quizás sospecha que será difícil igual lo conseguido con este último disco. Pero aquí le esperaremos el tiempo que haga falta.

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