FERMÍN MUGURUZA – 40 ANIVERSARIO
Palacio de los Deportes, Madrid 15 Febrero 2025
Fotos: Alex García
Texto: Javi G. Espinosa

Hace quince días estuvimos en el Palacio de los Deportes para celebrar los cuarenta años de carrera de Coque Malla, y de nuevo acudíamos al mismo lugar a otra celebración de cuatro décadas sobre los escenarios: Fermín Muguruza empezó a finales del año pasado una gira repasando su trayectoria desde 1984, año en que comenzó su andadura con Kortatu, y esta vez sí tenía parada en un recinto importante de la capital.





Si ver el Palacio lleno para la celebración del artista madrileño impresionaba, verlo a reventar de gente que acudía a la cita con Fermín (a quien en repetidas ocasiones se ha censurado y hostigado desde los poderes fácticos, y con especial saña en Madrid capital, donde no actuaba en solitario en un recinto grande desde tiempos ya remotos) era algo realmente imponente, y casi increíble.





Así que sólo poder celebrar el concierto ya era todo un triunfo para el artista vasco, y llenar el recinto era casi una proeza. Un akelarre antifascista en el corazón de la bestia, como repitió varias veces a lo largo de la noche, hubiera sido algo impensable en los últimos tiempos, pero parece que afortunadamente algo ha cambiado, y un vasco cantando en euskera contra el sistema puede convocar a quince mil personas en el centro de Madrid sin que suponga ningún problema.





Viendo cómo se las está gastando en los primeros conciertos de esta gira, que le va a llevar por medio planeta, ya se preveía una fiesta por todo lo alto. El repertorio de Fermín es tan extenso, variado y contundente que la diversión y el baile estaban asegurados. Con diez músicos sobre el escenario, acordeón y sección de vientos incluidos, la banda suena como un huracán, a veces más tropical y a veces más metalero, pero sin dar apenas respiro durante las tres horas de concierto. Un maratón de himnos con proclamas incendiarias intercaladas, porque ya se sabe: jaia bai, borroka ere bai.





Empezó la noche con «Maputxe«, sólo los músicos en escena, hasta que Fermín apareció para levantar a toda la concurrencia ya con «Urrun«. Los temas de su trayectoria en solitario fueron dejando hueco a los clásicos de Kortatu, sonando enseguida «Hay algo aquí que va mal«, «La línea del frente» y «Desmond Tutu«. Para «Nicaragua Sandinista» se subieron al escenario los chavales de Tremenda Jauría, que habían sido los encargados de abrir la velada y calentar el ambiente. Y acto seguido apareció Begoña Bang-Matu, tremenda voz de la escena afrocaribeña de Madrid desde hace más de treinta años, para introducirnos con el comienzo de «Down to the river to pray» en ese «Black is beltza» que es puro James Brown.






La fiesta seguía, y se recrudecía, con los ritmos trepidantes y la contundencia de «After-Boltxebike«, «Hiri Gerrilaren Dantza» y «Bidasoa fundamentalista«, avanzando por la línea del tiempo de Kortatu a Negu Gorriak y llegando hasta su disco con Dut. Una improvisación del bertsolari Jon Maia (por primera vez en castellano) sirvió de descanso a los músicos, después de veinte canciones, porque aún quedaba casi medio concierto.





Más clásicos de Negu Gorriak, momentos para lucimiento del acordeón, y siempre en el recuerdo Íñigo Muguruza, el desaparecido hermano y compañero de fatigas al que Fermín nunca puede olvidar y siempre reivindica. Vuelta a los temas de Kortatu, con la presencia de Carlos, cantante de Non Servium, emblemática banda antifascista madrileña, para cantar juntos «Zu atrapatu arte«, que se convirtió en una auténtica revolución desde la pista hasta la última fila de las gradas, haciendo temblar el recinto.





Seguían alternándose las canciones de sus diferentes etapa con las versiones (aquí no es de extrañar que suene «La internacional» en el acordeón como preámbulo de la adaptación al euskera del «Respect» de Otis Redding), hasta llegar a la presentación de la banda con «El último ska«, aquella primera canción que compuso el joven Fermín y que supuso el inicio de esta singular y ya más que larga y brillante carrera.





Y aún faltaba el remate, con una representación palestina al frente del escenario mientras sonaba «Yalah, Yalah, Ramallah», otro canto siempre necesario, pero ahora más que nunca. «Gora Herriak» anticipaba el final, que reunió en el escenario a todo el mundo que había por allí, con la aparición de una última invitada, la actriz y cantante Itziar Ituño, que compartió micro con Fermín para cantar ese «Sarri, Sarri» del que él mismo acabo harto pero que recuperó cuando fue demonizada y le amenazaban con suspender sus conciertos si se le ocurría tocarla. A Fermín le van a decir lo que tiene que hacer…





Una velada para recordar, y para confirmar que por fin se respeta a un artista reconocido en los cinco continentes pero al que aquí se le han puesto durante mucho tiempo demasiadas trabas, de forma desmesurada y ejemplarizante, sin merecerlo. Lo que se merece es esto: venir a tocar a Madrid y poder convertir el recinto más grande del centro de la capital de España en una fiesta, una celebración, una reivindicación y una revolución, agitando cuerpos y conciencias, cantando en euskera, en castellano, en francés o en japonés, si le da la gana. Y haciendo las canciones que quiera, suyas o ajenas, con la libertad de poder denunciar todas las injusticias y reivindicar la lucha por un mundo más justo y libre.
Hasta la victoria, siempre.
