LOS TOREROS MUERTOS
Gamberrismo ilustrado para salvar el mundo
Teatro Eslava, Madrid 24 abril 2025
Texto: Javi G. Espinosa
Fotos: Alex Garcia

No tienen remedio. Ni con la edad ni con nada van a sentar la cabeza. Y es que además, si lo hicieran, ya no serían ellos. Los Toreros Muertos siguen siendo esa banda inclasificable y anárquica que sigue pasándose por el forro todo lo que les viene en gana. Una desternillante tribu de gamberros vocacionales y entusiastas, que llevan 40 años salvando al mundo, según rezaba en la pantalla del fondo del escenario, bajo su logo. Se veían también un 4 y un 0 hinchables entre multitud de globos de colores por el suelo, y cintas perimetrales rojas y blancas cruzando el escenario. Y es que, efectivamente, ya hace cuatro décadas que estos encantadores desaprensivos iniciaron su andadura. Aunque durante un largo tiempo estuvieron inactivos, acabaron volviendo a los ruedos y desde entonces van dosificando sus apariciones, pero parece que en efecto, estos muertos están más vivos que nunca.






Después de más de 30 años – y con un disco de homenaje a Krahe por medio – hace unos meses publicaron un álbum de canciones nuevas, con el desmesurado y optimista título de “100.000 copias vendidas en una semana” (objetivo que no sabemos si cumplieron al ponerlo a la venta). Una nueva cosecha de canciones, que ya habían sido precedidas por algunos singles previos, y de las que nos presentaron unas cuantas, como era de esperar, aunque no cayese el disco entero. Pero no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio.









Un concierto de Los Toreros Muertos es mucho más que un concierto, aunque la música sea la principal excusa para reunirse (o tal vez para llamarlo concierto), pero el histrionismo, el absurdo y la teatralidad siempre forman parte imprescindible del espectáculo con estos elementos. Y es que es verles salir al escenario y empezar la diversión, antes de que toquen una sola nota. Como arranque obligado esperábamos, por supuesto, que empezaran con «Probando», que como es costumbre se enganchó a su homónimo himno fundacional, «Los Toreros Muertos».






Después de la lección de inglés con “On the desk”, apareció en escena el bueno de Pepe Begines, voz cantante y cabeza visible de No me pises que llevo chanclas, que con un sencillo traje parecía el colmo de la elegancia entre los indescriptibles atuendos de sus anfitriones. “Pilar” y “Manolito” sonaron con él sobre el escenario, aunque había momentos que el hombre no sabía muy bien qué hacer – y no será que no les conoce bien, que hasta se han ido de gira juntos y revueltos como Toreros con Chanclas, pero aun así parecía desconcertado por momentos en medio de ese desmadre.









Una nueva tanda de viejos éxitos dio paso a dos temas nuevos, “El fútbol femenino” (que cuando la oyes no te parece tan nueva – de hecho, se me parecía mucho, mucho a una canción muy, muy famosa de hace ya tiempo, aunque no sé ahora decir cuál, pero igual es una sensación mía…) y “Siete novias Elenas” (como el “Joselito” de Kiko Veneno, pero una para cada día de la semana). Y acto seguido apareció el segundo invitado, Jose Luis Moro, El Pingüino (sí, el del Ascensor), para compartir una festiva y apacible jornada festiva con “Hoy es domingo”.




Según se marchaba un invitado llegaba otra: Susana, de Los Gandules, cantó con Pablo “No se puede surfear”, otra de las canciones de estreno, antes de que sus compañeros apareciesen con sus batas, como si les hubiesen sacado del salón de su casa, para interpretar su mítico “Ese loco material” (aka “Poliespan”, cuya melodía está “inspirada” – podríamos decir – en otro tema que también resulta bastante familiar). La cosa se encaminaba ya al final, con la inevitable “Mi agüita amarilla”, “Bum Bum 1789” o “DNI”.





El fin de fiesta se anunciaba con las presentaciones de la banda, al ritmo de “Suspicious mind”, mientras Pablo trataba de hacer explotar un artilugio que se resistió a ser sacrificado, sacado de un maletín del que salieron los más insospechados objetos, desde peculiares instrumentos más o menos musicales hasta incontables botellas de agua que se echó – y nos echó – por todas partes. Para los bises estrenaron su “Vals de los balseros”, y antes de despedirse Pablo se dirigió a una pareja en sendas sillas de ruedas, en primera fila, para agradecerles su fidelidad y dedicarles una canción. Una banda de tarados, tal vez, pero con su corazoncito, que lo uno no quita lo otro. ¿Cómo no les vamos a querer?
