LARKIN POE

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Cuando la realidad supera la expectación

 

08 de Noviembre de 2023

Sala La Riviera, Madrid

Redactor: Iván Arroyo

 

Lo que estoy a punto de describir no es especialmente imparcial, ni siquiera estoy seguro de que lo recuerde todo con perfecta claridad. Según lo recuerdo, esto es lo que sucedió.

 

El escenario vacío apenas iluminado por una pantalla en la que estaba proyectada una imagen con el nombre del grupo. Aparecen los integrantes del grupo Larkin Poe. En seguida suenan los primeros acordes de Strike Gold. Las hermanas Lovell y su grupo ya nos tenían ya en el bolsillo (digo “nos”, quizá debería decir “me”).  En esa apertura, el espacio que queda arrastrando el sonido entre un acorde y el siguiente se llena de expectación estallando con cada nueva explosión de sonido. Quizá ya acudíamos predispuestos (quizá era yo solo), pero aun así, la energía del concierto partió desde los niveles más altos. Y es que Strike Gold parece creada directamente con este propósito.

 

Desde el principio, Rebecca y Megan no decepcionan. Durante los siguientes 40-45 minutos derrochan talento, ritmo, estilo y voz interpretando algunos temas de sus últimos dos discos sin olvidar alguna de las canciones clásicas de su repertorio como “Preachin’ Blues”, permitiendo, cada vez que la oportunidad aparecía que Megan haga honor a su título de Slide Queen rasgando sus solos de Slide.

 

Larkin Poe son orgullosamente originarias de Georgia, una de las cunas del blues donde el grupo ancla sus raíces, como cuenta Rebecca, la parte locuaz del grupo, a la audiencia al presentar “Georgia Off My Mind”, canción en la que recuerdan la tristeza de mudarse a Tenesse a asentar su carrera musical. La elección el nombre del grupo se debe a un tatarabuelo, que, según ellas, era primo de Edgar Allan Poe. De hecho, una de sus canciones más icónicas, “Mad as a hatter” hace referencia al mundo de “Alicia en el País de las Maravillas” y habla de los problemas de salud mental que han existido en su familia, tal y como sucedió con el notable escritor. Se echó (o yo eché) en falta en el concierto.

 

Quemada la primera parte de la actuación, tuvieron que acallar a un público que pedía a gritos más rock sureño para ofrecer un espectáculo mucho más íntimo y personal. Durante los siguientes 15 minutos, los cuatro músicos se agruparon alrededor de un micrófono y las dos hermanas cambiaron el sonido eléctrico por el acústico para ofrecer a la concurrencia el sonido de la música Bluegrass con el que se criaron. Debido al volumen amortiguado, y al relativo silencio de la sala, ésta pareció hacerse más pequeña y la multitud pareció hacerse más compacta. El público se mantuvo en silencio y con el bello de punta (quizá era solo yo, no sabría decir) mientras escuchaba la armonía de instrumentos y voces en “It might as well be me”, la versión acústica de “Southern confort” o “Stubborn love” que se dedicaron la una a la otra primero y después a todos los asistentes.

 

Después de ese intermedio en el que nadie sabía qué había pasado ni cómo es que tenía el corazón abierto (al menos yo no sabía qué había pasado ni cómo tenía el corazón abierto), con todo el mundo tarareando su ritmo, reinician el concierto en su segunda parte por todo lo alto (igual que lo empezaron la primera vez) con canciones como “Holy Ghost Fire”, “Self Made Man”, “Bad Spell” o sus clásicos: “Bleach blonde bottle blues” o “I’m a Wanted Woman” manteniendo los espíritus altos, el nivel por las nubes y a todo el mundo moviéndose (mención especial a dos chicas que bailaban a lo Janis Joplin solo unos metros por delante vestidas como si hubieran llegado directamente de los 70) por el resto de la actuación, solo para terminar  el concierto con su estilo propio. Para concluir no incurren en una última canción de ritmo rápido y volumen alto para que todo el mundo enloquezca. La locura ya ha pasado y queda un último beso de despedida en forma de “Deep stays down”.

 

En vivo: Esa es la única forma de apreciar la personalidad de este grupo. Precisamente en un espectáculo como el que dieron en la Riviera, donde se dejó admirar la extroversión de Rebecca y la introversión de Megan en un perfecto Yin y Yang integrado en las armonías vocales entre ambas. La calidad humana queriendo unir un mundo “aterrador y violento” en sus propias palabras a través de la música.

 

Y pensar que casi nos lo perdemos (o más bien, que casi me lo pierdo)…

 

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