TRIBU

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Crónica de una noche con Tribu: la nueva movida madrileña respira
Wurlitzer Ballroom, Madrid 28 mayo 2025
Texto: Angel Carparán
Fotos: Natalia Fernández Roces

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La apertura de puertas se retrasó por motivos de organización en la sala, pero el ambiente en la calle de las Tres Cruces ya dejaba entrever lo que estaba por venir. Por un lado, mucha gente joven, de último año de instituto, con la frescura de su juventud y sus estilos personales. Con sus conversaciones llenas de «bro, literal, en plan «. Por otro, los padres de los músicos, cincuentones con la ilusión intacta por ver a sus churumbeles subirse al escenario. Estos más de «dabuti, tronco, guay».

Apretaba el calor ya en Madrid, y después de unas birras y refrescos por los alrededores, por fin entramos. La sala resultó muy agradable, y el aire acondicionado nos recibió como un soplo de alivio. Es alargada, con un escenario bien situado, a la altura justa para ver desde cualquier ángulo. En la entrada, el merchandising del segundo grupo de la velada, un par de máquinas arcade muy chulas, y al fondo, el escenario. La mesa de sonido está bien colocada, y los técnicos hicieron un trabajo impecable: el sonido era de diez.

Sin más preámbulo, apareció Tribu, la banda que había ido a ver. Llevaba tiempo oyendo hablar de ellos, pero me los había perdido en su último bolo en la sala Barracudas. Ayer, por fin, me cuadraba el horario, así que la expectación era alta. Por redes sé que ensayan y aprenden en los famosos locales Tablada 25, un lugar mítico, cuna de la movida – que este viernes, por cierto, recibió un homenaje por parte del ayuntamiento de Madrid por sus 40 años de historia.

Estos chicos han crecido aprendiendo de los mejores profesionales que puedes encontrar en el mundo musical: Luis Martín Toba Aceituno (guitarra), el tristemente fallecido Tito Dinamita, actualmente Daniel Elgorriaga (batería) y Paco Benítez (bajo). Y se nota: esos grandes músicos viven, de algún modo, en sus discípulos. También sé que Ana Curra, de Pegamoides y Parálisis Permanente, es fan declarada de Tribu, y lo ha dicho en varias entrevistas.

Arrancaron con su hit “Soñador”, con un sonido limpio, potente, preciso. El trío está perfectamente engrasado, van como un reloj. Este tema me encanta desde que lo oí en redes, y tenía muchas ganas de escucharlo en directo. No me defraudó. Solo con esa interpretación ya me hubiera ido satisfecho. Siguieron con versiones muy personales y canallas: Bailaré sobre tu tumba (Siniestro Total), Mierda de ciudad (Kortatu), Insurrección (El Último de la Fila) y el público se fue animando, acercándose al escenario, cantando, bailando. Presentaron un tema nuevo, otro trallazo de punkrock, pendiente de entrar a estudio de grabación.

Todos atraídos por la voz de Álvaro «Apolo» Alzu y el sonido exquisito de su guitarra. Usó su pedalera como un alquimista: maridó voz e instrumento con una armonía que hipnotizaba. Clara a la batería, con un estilo limpio y contundente, marcó el paso como si la música fuera tanto arte como matemática. El resto, lo puso Axel al bajo: ritmo preciso, notas justas, energía y frescura. El frontman tiene estrella. No es que su voz recuerde a Bowie, ni su look a Prince, ni su desparpajo a Madonna. Es él mismo. Un descubrimiento.

En una escena musical aburrida, dominada por el reguetón y megafestivales repetitivosy prohibitivos, Tribu es como un soplo de aire fresco. Mezclan lo clásico con la vanguardia, como hizo Tino Casal. Son valientes. Hacen soñar. Y eso, hoy en día, es oro. El concierto llegó a su fin, pero el público pidió bises. Ellos improvisaron un irreverente Sufre, mamón de Hombres G, con su toque gamberro.

La siguiente banda Komodo García empezó a montar su set, y llegué a oír un bonito funky. Pero, sintiéndolo mucho, me tuve que ir: al día siguiente tocaba madrugar. Salí a la Gran Vía, directo al metro, todavía impregnado del espíritu de esta nueva movida madrileña, un hilo de esperanza de esta generación de jóvenes que tienen ilusión, calidad y valor para dedicar tiempo a la música entre examen y examen.

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